domingo, 4 de diciembre de 2011

Growing pains

"Mucha gente olvida que la palabra crisis lleva implícita una oportunidad, para crecer, para cambiar algo o simplemente, para saber que por ahí no vas bien. Sólo tú puedes saber para qué usarás esa oportunidad" ( Frase de mi madre,tan chiquitita y tan grande a la vez)

Creo que me he pasado la mayor parte de mi vida huyendo, huyendo de cualquier cosa que me hiciera sufrir. Realmente, es lo más fácil, das un portazo y te vas sin mirar atrás, sin plantearte nada.
Me aterraba sufrir, supongo que porque me consideraba frágil y porque cuando estaba en un mal momento, no podía pensar en nada más que en lo horrible que era aquello y en que nunca terminaría. Así que corría, huía de todo: de los problemas, de los demás, de mí misma.
En el fondo,creo que esa es la base de este trastorno, al menos para mí: todas esas obsesiones (con el cuerpo,la comida, hacerse daño...) son una vía de escape para no enfrentarte a lo que hay fuera de tu cabeza, porque sientes que no eres capaz de hacerlo.
Pero tampoco lo intentaba, era demasiado aterrador intentar hacer algo.

Me costó mucho tiempo darme cuenta de que tenía que dejar de mirar a otro lado, porque eso no hacía que los problemas desaparecieran, no, tenía que sacar las fuerzas de donde no creía tenerlas y hacerle frente. Aunque no supiera como.


Pero al final te enfrentas a ello, y contra todo pronóstico, sales viva.Y descubres que eras más fuerte de lo que pensabas, porque ser fuerte no consiste en no tener problemas, o que no te derrumbes nunca, sino en enfrentar la situación sacando una enseñanza de ello.
Consiste en coger todo ese sufrimiento, darle un significado y que te haga crecer. Al final, de mis mayores errores y momentos de crisis es de los que más he aprendido, a veces sobre el mundo y otras sobre mí misma. Es un proceso complicado, pero nadie dijo que madurar fuera algo fácil. Es algo como cuando estás a punto de pegar el estirón y te duelen las rodillas. Necesario, aunque incómodo.

Por eso, cuando alguien me dice que lo he debido pasar mal, tiene razón. Pero con el tiempo, el dolor y las crisis se diluyen y pasan a ser como esos "dolores de crecimiento" de los que hablábamos que, a la larga, pierden su importancia en comparación a todo lo que te aportaron.
Y sobre todo, sé que mi historia, con sus crisis y errores, es lo que me ha convertido en la persona que escribe estas líneas. Y lo cierto es que me gusta esa persona. 
 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Perder la cabeza

Enferma. Loca. Sola.

Creo que nunca he sentido una soledad similar a la que sentía en "mis momentos de esplendor", como me gusta llamarlos con el humor negro que me caracteriza. 
Dicen que las personas uno de los peores miedos que tenemos es el miedo a la locura, a perder la cabeza. Supongo que es porque, piensas que si la pierdes, una parte de tí se perderá para siempre también. No sé si ha sido mi naturaleza o por las cosas que he vivido, pero siempre he tenido mucho miedo a volverme loca, a no ser yo nunca más. A no poder contar ni siquiera conmigo misma.
Me lo imaginaba como una especie de muerte, peor que la muerte, pues yo seguiría ahí pero sin ser yo, como un zombie. 
 

Además, la propia etiqueta que te pones ya te aleja de los otros, te colocas a otro nivel. De repente eres especial,demasiado especial y te sientes terriblemente solo, porque sientes que no hay nadie más que sea como tu, que eres un bicho raro. Te aislas diciéndote que eres demasiado complicada y dañina para los otros, cuando la realidad es que te da demasiado miedo que te rechacen, que te señalen con el dedo.
Sobre todo, en cuanto a mi trastorno hay mucha desinformación y aunque no sea malintencionada, puede hacer mucho daño: por ejemplo, algunas personas han dudado de si realmente mi problema tenía solución (uno de los mitos más extendidos es el de que los trastornos de la conducta alimentaria son crónicos siempre,cosa que no es cierta) o han tachado mi trastorno de ser una tontería "de adolescente".
El miedo a esas reacciones, que son las que menos se producen, al menos en mi caso, te hace cerrarte aún más y justificarte que realmente estás sola. Sola y cuesta abajo.
Pero desde el fondo de mi exilio voluntario, de esa oscuridad de la que ya os he hablado, deseaba que alguien oyera mi grito silencioso, que alguien quisiera descifrar el rompecabezas que en ese momento era mi cabeza.  Y algunos se acercaron e intentaron ver la forma de hacerme comprender que no estaba tan sola como creía, que querían ayudarme.
Con ese apoyo, empecé a intentar salir adelante, pero miraba a mi alrededor y sentía que yo era la única que perdía el control sobre mi cabeza, mis emociones y mi vida. Y de nuevo me sentía sola, una ciudadana de segunda. 
Sin darme cuenta, llegó un punto en que yo era mi peor problema.
Mi imagen despectiva sobre mí misma como una loca, diferente al resto, me estaba haciendo muchísimo más daño y me impedía avanzar, porque no confiaba en que lo lograría. Cada vez era la misma historia: hacía progresos, pero en cuanto fallaba en algo, perdía el control. Algo me decía "Ves?eres una loca. Nunca vas a dejar de serlo" y eso me hacía hundirme de nuevo, querer escapar del mundo, alejarme de todo.
En este tema, hubo dos eventos que propiciaron un cambio en mi forma de pensar:
El primero, conocer a mi grupo de terapia, un grupo de personas muy parecidas a mí, con mi mismo problema. Recuerdo que cuando salí de mi primera sesión, pensé " Pues no soy tan especial como creía".
Y el segundo, algo anecdótico, este mismo año. Fue en el momento en que la persona "más cuerda" que conozco se derrumbó y fue en busca de mi ayuda. De repente, aquella persona a quien yo idolatraba a nivel de estabilidad mental y que siempre me apoyaba era la que necesitaba de mí. Ahí me dí cuenta definitivamente de que realmente, todos tenemos problemas y enfrentarse a ellos es duro siempre.  Seas quien seas.
De tal forma que yo no era ni mejor ni peor al resto, simplemente era yo, con mis fortalezas y mis debilidades. Ahora sé que soy una persona sensible, con cierta tendencia a la melancolía, pero también que soy muy fuerte. Y sobre todo, que aunque haya momentos en que todo parezca oscuro y sin sentido, hasta la fecha siempre he conseguido salir de ellos.

  

lunes, 26 de septiembre de 2011

sobre los viajes en el tiempo


 En los libros y las películas, los viajes en el tiempo son cosa de ciencia-ficción, muy futuristas. Pero lo cierto es que yo creo que es algo que ocurre con mucha frecuencia, al menos a mí me sucede. 
Obviamente no logro teletransportarme, pero es curioso como hay determinadas situaciones que me hacen sentir exactamente como me sentía hace 5,10,15 años... 
Como por ejemplo, esta mañana, al levantarme para ir a a universidad en el primer día de clase de mi cuarto año, no pude evitar sentirme como cuando mi madre me llevaba al jardín de infancia o cuando olía las páginas de mis nuevos libros. También me llevó a aquellos últimos años en que el colegio era el último sitio que quería pisar,recuerdos menos entrañables.
Pero todas esas sensaciones no pueden hacernos daño, son sólo recuerdos, escenas interpretadas por la persona que éramos entonces. El verdadero problema viene cuando nos creemos que somos esa persona de nuevo, porque es entonces, cuando el recuerdo parece cobrar vida y apoderarse de nosotros. Nos comportamos como si fuéramos aquella versión extinta.
Y digo extinta porque, realmente, ya no somos esa persona. No podemos olvidarnos de los años vividos, de las experiencias, de lo que hemos crecido y madurado. Todo eso nos ha distanciado de aquella antigua versión de nosotros mismos. 
Parece un poco enrevesado, pero si he logrado expresarme, seguro que alguna vez os habéis sentido así. A mí antes me pasaba constantemente.
Situaciones que en su momento habían sido un gran drama, las volvía a revivir una y otra vez, aunque a lo mejor ahora si estuviera preparada para afrontarlas. Me hacían volver a ser una niñita asustada que no sabía qué hacer con su vida y de repente me sentía indefensa, en un momento demasiado grande para mí.
Antes vivía con mucho sufrimiento mis pequeños "viajes en el tiempo", pero ahora empiezo a creer que realmente me ayuda mucho ponerme en contacto con mi yo pasado, para recordar todo lo que he recorrido hasta la fecha, hacerme ver mis avances. 
Y afortunadamente, voy siendo capaz de controlarlo e intento quedarme con la parte bonita de esa sensación de "Flashback" En mi primer día de "cole",concretamente, me quedo con la sensación de todos mis primeros días: miedo, incertidumbre, un poco de temblor en las rodillas pero sobre todo la sensación de que comienza un nuevo capítulo con muchas posibilidades... Y quieras que no, esas sensaciones lo hacen distinto al resto de días... y muy especial.
 

martes, 20 de septiembre de 2011

I said "Hey Babe, take a walk on the freak side"

A todos los freakys que me rodean y que me hicieron sentirme ogullosa de ser una de ellos.

Lo cierto es que desde pequeña no he sido demasiado "normalita": Leía compulsivamente libros de mitología griega y, entre otros hobbies, me encantaba preguntarle a la gente por las enfermedades y accidentes que habían tenido. Me crié soñando con convertirme en maga e ir a Hogwarts, así que se podría decir, que el hecho de que me volviera bastante freaky era cuestión de tiempo. En aquella época, a la gente le hacían gracia esas cosas y yo estaba a gusto.  
Pero fui creciendo, llegó la adolescencia y empezó a importarme mucho más lo que pensaran los demás sobre mí. Cada vez dudaba más sobre cómo debía comportarme para ser aceptada. Lo guay no era ya que te gustara escribir relatos, o leer libros de mitología y comics. Tenía que ser como las demás chicas, como mis guapas y populares amigas. Todo lo que mi infancia me había enseñado sobre lo bonito que era ser especial se me olvidó y, en un abrir y cerrar de ojos, era exactamente igual al resto. 
Me volví una experta en mimetizarme hasta el punto de creerme realmente mi personaje. Pero en el fondo, siempre me sentí una intrusa, una impostora, aunque nadie lo notara. Y eso me hacía sentirme aún peor por maquillar mi forma de ser, al alimentar la idea de que escondiéndome era como realmente gustaba al resto. 
 Cada vez me sentía menos yo, como si intentara poner mil capas para ocultarme, ocultar mis rarezas, aquellas cosas que a los demás podrían parecerle "poco guays". Me obsesionaba encajar dentro de un personaje y todo lo que se saliera de ese, lo eliminaba. No me daba cuenta de que son precisamente esas cosas que no te esperas las que mas disfrutas de la gente.
El problema es que lo que en un grupo se considera freaky, en otro es lo más normal. Por lo que mis personajes y formas de ser empezaron a amontonarse en el armario, como disfraces de carnaval: era la niña responsable con mi familia, la pijilla con mis súper amigas, la alternativa con mis amigos malotes, la lista en clase...
Aquello era agotador, estaba claro que no podía seguir así eternamente. Sobre todo porque tanto disfrazarme y esconderme me hacía sentir cada vez más vacía.
Justo entonces, en medio de aquel maremagnum de personajes, empecé a fijarme en aquellas personas que me rodeaban y me dí cuenta de algo: todos éramos freakys, todos teníamos rarezas, cosas que se salían de nuestro rol. Cosas como saberse de memoria todos los nombres de los dinosaurios, citar frases de series de TV o ir con un "sombrero de la suerte" a un examen.



Supongo que ahora mismo, muchos os preguntáis: "Bonita historia, y a mí qué?"
Lo cierto es que este post no tiene que ver estrictamente con la terapia o mi enfermedad en sí. Pero recuerdo con cariño el día que empecé a mostrarme al mundo con todo mi frikismo, tal y como yo era. 
Lo gracioso, es que en ese momento de plena vulnerabilidad, me sentí más cómoda que nunca. Por fín podía descansar y guardar todos aquellos disfraces donde debían estar,bajo llave. Me sentía con la libertad de poder hacer lo que quisiera, sin miedo a la reacción de los demás.
Y cuando me dejé llevar, me di cuenta de que todos tenemos cosas que nos pueden parecer raras, pero son esas cosas, entre otras, las que nos hacen especiales. 
Por eso desde aquí os hago una petición: si os apetece, daros una vueltecita por vuestro lado más freak y contadme algo que os haga especiales/ únicos.... FREAKYS, vamos.

Empezaré yo, para que no se diga:
-De pequeña memoricé los nombres de las 6 esposas de Enrique VIII y me sabía sus historias
-He llegado a verme 5 o 6 capítulos de una serie seguidos, a pesar de que era por la noche y tenía clase al día siguiente.
Ahora os toca a vosotros!!! 

miércoles, 24 de agosto de 2011

Learning to walk again

"Me gustaría empezar con una historia. Cuando tenía unos 4 años, mis padres me llevaron a unas clases para aprender a nadar. Yo estaba muy contenta porque sabía que nadar solitos lo hacían los niños mayores y entonces, al hacerlo, yo también sería mayor. Tenían un sistema muy progresivo: el primer día te ponían un montón de rosquitos de corcho en los brazos y con el paso de los días, te los iban quitando hasta que ya no quedaba ninguno. Lo cierto, es que por ejemplo, cuando ya te quedaban dos o uno en cada brazo, apenas te hacían flotar, eras tú la que hacías prácticamente todo el trabajo. Eso, de algún modo lo sabías, pero el simple hecho de llevarlos, te hacía sentirte más segura, más protegida. 
Y entonces llegó el día en que ya me tocaba nadar sin ninguno.¿Y qué fue lo que me pasó según entré en el agua? Pues que notaba que me hundía, me costaba más nadar que el día anterior, a pesar de que ya sabía nadar. Me daba miedo hacerlo yo sola, en ese momento me tocaba recordar lo que había aprendido, confiar en ello y no tener miedo. 
Y desde entonces, no dejé de nadar."




Estaba pensando en una forma de expresar cómo me siento ahora mismo y de repente, recordé esta historia. Me pareció una bonita metáfora de lo que ha supuesto el tratamiento para mí: un aprendizaje progresivo para conseguir mantenerme a flote el mayor tiempo posible, y sobre todo, mi paso de eterna niña a relativamente adulta. 
Hoy me siento como aquel día en que nadé sin mis "rosquitos". 
Porque pasada la euforia y las celebraciones por mi victoria contra la enfermedad, empecé a tener miedo. Me dí cuenta de que aquello no era un punto y final como me había imaginado, que no me sentía "vacunada" contra mis inseguridades ni mis comidas de tarro. De repente, no me sentía como vencedora absoluta de mis demonios personales, si no más bien como si ahora supiera cómo debía vencerles, pero que la batalla no había, ni mucho menos, finalizado. 
Reconozco, que con esos pensamientos en la cabeza, pasé unos días malos. Me sentía decepcionada. 
Luego tuve un par de esas conversaciones tan necesarias en las que la persona que tienes enfrente te devuelve a la realidad: 
"Vale, eso es ser humana, Bienvenida! Sólo vas a tener un punto y final en la muerte, el resto del tiempo, la cagaras, lucharás y aprenderás de todo ello." Y es totalmente cierto. 
Entonces, fue cuando recordé que aquel día en la piscina al final seguí nadando y el miedo desapareció casi por completo.Entonces, ahora me tocaba seguir adelante,como aquel día,y sobre todo, confiar en todo lo que había aprendido en estos años.
Y por otro lado, comprendí que nunca me tocaría "nadar sola" del todo, porque tenía mucha gente siguiendome con mirada atenta y que no dudaría ni un segundo en tirarse a la piscina si hacía falta. 




martes, 9 de agosto de 2011

La imagen del espejo

"I want a perfect body, I want a perfect soul"  Radiohead (Creep)

A mucha gente le desconcierta la obsesión que las personas con TCA sentimos por el aspecto físico. Creo que es de las cosas que más cuesta entender si no has pasado por algo similar. Además, esta falta de comprensión puede llevar a juzgar injustamente a las personas que padecen este trastorno como superficiales, etc. Por ejemplo, hace poco asistí a una clase de trastornos de la alimentación, e incluso una psicóloga que había tratado a personas con este problema utilizaba expresiones como "hacer tonterías con la comida". Realmente, este tipo de afirmaciones, hacen bastante daño cuando sabes lo devastador que puede llegar a ser esto.
Pero ciertamente, este tema extraña a la gente. Recuerdo, por ejemplo, que muchos de mis amigos, cuando les contaba que tenía una enfermedad, me decían: "Pero si tú eres guapísima, y estás delgada, ¿Cómo puedes sentirte mal con tu cuerpo?" Supongo que yo no encajaba en el perfil de alguien que ellos considerarían que debería estar acomplejado.
Y creo que esto nos resulta tan extraño, ya que de toda la vida nos han enseñado que lo que ven nuestros ojos es la realidad, puramente objetiva.
Pero como estudiante de Psicología, puedo aseguraros que no es así, que ninguno somos capaces de ver el mundo tal y como es, ya que lo que percibimos como mundo, es sólo lo que nuestro cerebro nos muestra, cómo lo interpreta.
Y esta reflexión, que a lo mejor sonará a película barata de ciencia-ficción, es bueno tenerla clara antes de meternos más a fondo en este post, que encuentro extremadamente difícil de escribir.
Es más fácil entender, con esto en la mente, cómo puede llegar a distorsionarse la imagen que uno tiene de sí mismo. Y esto, aunque no sea patrimonio de las personas con este trastorno, es increíblemente acusado en nuestro caso. Yo recuerdo, por ejemplo, verme un día estupenda y al día siguiente completamente distinta y horrorosa, dependiendo de mi estado de ánimo, de si recibía alguna crítica por algo...
Toda esa inestabilidad venía porque en el fondo yo me llevaba al plano físico todas mis inseguridades, todo lo que no me gustaba de mí, todo mi odio. Lo desplazaba porque así era más fácil de manejar, era menos doloroso pensar: "Estoy gorda" que, por ejemplo, "Tengo problemas con mis padres".
Además, para alguien así, que deseaba a toda costa quererse, sentirse a gusto consigo misma a todos los niveles, es muy fácil dejarse seducir por las promesas que la sociedad nos hace: que si somos atractivos, seguimos un modelo establecido, entonces, seremos felices.
Con esto en la cabeza, me consagré a buscar la aprobación de los demás, a encontrar mi amor propio en los ojos de los otros, ya que yo nunca sería capaz de aceptarme por mí misma.
Y lo más fácil para conseguir dicha aprobación, es el físico, ya que es lo más manipulable.
Porque vivimos en un mundo en que es políticamente correcto adular a una persona cuando ha perdido peso, por ejemplo.
Con esto, de ninguna manera quiero decir que sea malo querer arreglarse o cuidarse, ni que la sociedad ,como algunos sugieren, sea la responsable absoluta de los trastornos de la conducta alimentaria. Sólo digo, que en ese clima de culto al cuerpo, es muy fácil que alguien con problemas de autoestima, se vuelva adicta a este culto.
Y realmente es adictivo, porque es un refuerzo instantáneo y relativamente fácil, pero también muy inestable, porque cualquier pequeña crítica o defecto, hace que se desmorone esa "falsa seguridad", tan rápido como un castillo de naipes. Porque, en el fondo, aunque el resto del mundo te alabe, tú nunca te lo crees, nunca es suficiente.
Ahí, entraría la controvertida frase de: "esta delgada pero se ve gorda" que tanto llama la atención a la gente, al no entender cómo es posible. Y en este caso, al menos en mi experiencia, tu percepción se distorsiona tantísimo porque en el fondo nunca encuentras esa confianza que te prometían,que te prometiste. Así que te desesperas, te obsesionas, y sigues intentándolo con más fuerza, pero nunca es suficiente, siempre hay un nuevo defecto a la vista, una nueva meta. Porque tu seguridad no está en esa imagen que te muestra el espejo, está al otro lado.
Tienes que distanciarte de esa imagen, porque ya has visto que no te conduce a nada bueno, y en el fondo, no es objetiva ni imperecedera.

Me gustaría terminar con una reflexión que compartió conmigo una de mis tías, que trabajó como modelo una época. Me dijo "El día en que empecé a valorar mi cuerpo en función de todas las cosas que me permitía hacer, más que como algo bonito, me sentí mucho mejor" Me gusta mucho esta frase, me parece una definición más bonita del cuerpo y sobre todo, más objetiva.

jueves, 21 de julio de 2011

y por fín llegó el gran día!

"Y entonces te miras al espejo y por fin logras guiñarte un ojo. Todo ha acabado y respiras tranquila"

Esto lo escribí hará unos meses, siempre me ha gustado la idea de ver toda mi evolución como un camino para ser capaz de ser mi amiga, de confiar en mí. De ahí lo de guiñarte un ojo con complicidad.

Bueno... El martes fue mi gran día. La meta que llevaba tanto tiempo deseando y temiendo a partes iguales. Se podría pensar que al haberlo anticipado tanto, no podría llegar a mis expectativas. Pero lo cierto es que me sorprendió tremendamente. 

Durante todo el día me sentía extraña, el mundo seguía igual, los demás pero algo en mí había cambiado y podía sentirlo. Lo cierto es que no cambió aquel día, no sabría deciros el momento exacto porque no creo que haya uno solo. Pero lo cierto es que de repente fui tan consciente de lo lejos que estaba de aquella niña asustada del mundo, de los otros y de sí misma. Me había "hecho mayor", había cambiado muchísimo, aunque lo gracioso es que me sentía, bueno, me siento más yo misma que nunca. Es como si en estos 5 años de terapia, de lucha, me hubiera desecho de las correas, el corsé que me retenía en mi cabeza y que no me dejaba actuar libremente. 
Y ha sido doloroso, ha habido lágrimas, peleas, momentos de agotamiento... Pero no podría haber merecido más la pena. Ahora no es que tenga la vida resuelta, no tenga miedos o días malos, es sólo que tengo la certeza de que lo capaz que soy de enfrentarme a lo que se me ponga por delante. Por fín me siento dueña de mi vida, de mis emociones
Y desde luego sé que no estoy sola (que era mi miedo más profundo) porque si algo me ha demostrado todo este tiempo es que estoy rodeada de gente increíble que se han desvivido por ayudarme, cada uno a su forma y que el martes estaban tan contentos ,o incluso más, que yo. Desde aquí quería darles las gracias de nuevo, porque no me cansaré de decir que de esta enfermedad no se puede salir solo.

Por otro lado, reconozco que despedirme de mis compañeros de grupo fue una de las cosas más duras que he tenido que hacer. Ellos han sido, como ya he dicho alguna vez, mis compañeros de batalla y es raro pensar que no volveré a tenerlos como "compañeros", aunque sí es cierto que me llevo grandes amigos.Amigos que han visto mi faceta más "loca", que me han visto crecer a base de tropezarme, que me demostraron que la gente realmente te llega a querer incluso con esos defectos que te empeñas en ocultar. Y eso es el mejor regalo que me pudieron hacer.
Ahora inicio una nueva etapa, abandono mi nido y me toca más que nunca confiar en mí misma y en lo que he aprendido. No es como imaginaba que sería, como un punto y final, porque ya soy consciente de que la vida está llena de pruebas, pero si es cierto que me siento como si al fin pudiera cerrar, al menos un poco, ese doloroso capítulo de mi vida y respirar. Lo que venga a partir de ahora, quién sabe... 
Pero estoy deseando vivirlo y sobre todo, DISFRUTARLO, ahora que me permito hacerlo.