Han pasado unos días desde que me dieron la noticia, y lo cierto es que aún sigo sin saber qué decir. El martes mi terapeuta me dijo que Julio sería mi último mes de terapia grupal. El adorado alta
llegaba por fín. Y lo cierto es que no me sentí tan extraña como pensé que sucedería, ya que para nada me parezco a esa superheroína que creía que sería en este momento (como ya hablé en el post "El día en que me volveré superheroína"), sino que veo claramente que esto han sido una serie de pasitos que he ido dando a lo largo de estos 5 años en total.
Ha sido un largo camino en el que he crecido muchísimo (empecé con 16 añitos, qué bebé...) y en el que sobre todo, he aprendido muchas cosas.Cosas que damos por hechas, que parecen obvias, pero que muy a menudo, olvidamos. Algunas lecciones que me llevo son:
- Pedir ayuda no te hace más débil, sino más valiente.
- Cometer un error o tener un defecto, no te convierte a tí en ellos.
- Sólo te hace daño aquel a quién tú le das poder para hacertelo.
- La felicidad muchas veces depende más de cómo te tomes las cosas que de lo que te suceda en sí.
- En general, no existen blancos y negros, todo es un grandísimo continuo (locura/salud, bien/mal...)
- Nadie es 100% infalible ni actúa siempre como te gustaría, ni siquiera tú mismo.
- Si quieres algo, lo mejor que puedes hacer es pedirlo, no esperar a que alguien lo adivine.
Estas son algunas de las "enseñanzas" que fui haciendo mías en este camino, el más importante de mi vida. Y lo cierto es que me hacen sentir que no ha consistido sólo en ir "quitándome" cosas, síntomas que me hacían infeliz, sino que también me llevo las manos cargadas de herramientas y lecciones que me ayudaran toda la vida.
Por fin siento que soy una persona en la que puedo confiar en los momentos difíciles, que me siento a gusto en mi piel. Y aunque me haya costado 5 años llegar a este momento, no podría imaginar mejor regalo que por fin ser mi amiga.
P.D.Me encantaría si se os ocurren más cositas, que las pusierais...Todos vamos adquiriendo nuestra propia filosofía viviendo...
Cuando tienes un trastorno de conducta alimentaria, como yo lo he tenido, estás hambriento, pero ¿de qué? A través de mi experiencia espero arrojar algo de luz sobre este tema tan difícil de comprender.
domingo, 26 de junio de 2011
miércoles, 15 de junio de 2011
Muchas gracias y buena suerte
Permitidme hoy, por un momento, salirme un poco del tono general del blog para dedicarle un espacio a alguien a quien a lo mejor nunca le he dado las gracias como es debido.
Ayer, mi psicóloga desde hace 4 años nos dijo que la semana que viene será la última con ella como nuestra terapeuta en el grupo, que se marcha. Y reconozco que me da muchísima pena. Así que permitidme que le dedique este post a ella, que de hecho, es seguidora de mi blog:
Desde que nos has dicho en grupo que te ibas, no puedo dejar de pensar en mis primeras épocas, en cuando te conocí... Yo estaba en un momento de no querer que me ayudarais, de ver todo como una conspiración contra mí. Salía súper enfadada de terapia, contigo, con mis compañeros... Sentía que el tratamiento no me ayudaba, que sólo me hundíais más y más. Además tú siempre me pillabas las mentiras que escondía mi sonrisilla de niña buena y eso me machacaba.
Pero al final me fié de lo que me decías...y aquí estamos 4 años después. Nunca pensé que podría llegar hasta aquí, que se pudiera ser así de feliz. Así que GRACIAS. Creo que nunca te las había dado y te las mereces, porque si estoy como estoy, es en una gran parte gracias a tu esfuerzo conmigo durante estos largos y costosos años.
Y, a parte, con el tiempo aprendí que no eras para nada la arpía que imaginaba en un principio, sino alguien que ante todo quería ayudarme, alguien en quien podía confiar. Aunque llegar a este punto nos ha costado un millon de enfrentamientos y de lloros, porque no siempre te tocaba una parte fácil, a veces tenías que ser la mala que me decía la verdad que tanto me negaba a escuchar.
Por último, antes te dije que yo he cambiado muchísimo, pero tú también lo has hecho... Has crecido muchísimo como terapeuta y has cambiado mi vida y la de todo el grupo. Nos has ayudado a ser un poquito más libres y has conseguido que aunque, aparentemente todos te hayamos odiado en algún momento, todo el grupo llorara ayer con la noticia de tu partida.
Con vistas al futuro, me parecería increíble que cuando yo sea terapeuta, llegara a ser tan importante en la vida de alguien como lo has sido tú en la mía. Pero para eso aún queda...Por ahora sólo me queda esperar que ahora que ya no soy tu "paciente" pueda ser tu amiga...Y desearte buena suerte en esta nueva etapa.
Un beso.
Butterfly.
domingo, 12 de junio de 2011
Mi "letra pequeña"
"Todo va bien, pero a veces siento que estoy en desequilibrio en mis relaciones. Como si yo fuera la loca y los demás los cuerdos. Como si algún día se fueran a cansar de cuidar de mí y a marcharse"
Hoy vuelvo a citarme (y esta frase no es de hace mucho) para introducir uno de mis mayores machaques mentales: La inseguridad sobre mi propia inseguridad. Qué irónico...
Todo pasó muy rápido, yo venía de una realidad que me había creado para protegerme de mis defectos, de los reproches; mi vida entera giraba entorno a eso. Pero aquella imagen que me había creado nunca era suficiente, porque no dejaba de ser humana y de cometer errores, así que me consumía lentamente. Pero aún así me negaba a verlo, no soportaba la idea de no ser perfecta e infalible.
Entonces entré en terapia, y mi vida dió un giro de 180º, de repente todo se volvió: "no puedes hacer esto, esto está mal, esta actitud hace daño a tu alrededor..." Y, en mi cabeza, dejé de ser el proyecto de princesita perfecta para convertirme en la persona más imperfecta del mundo.
Cada crítica suponía un fracaso más que me alejaba de lograr la aceptación de los demás y yo me revolvía, me negaba a verlo, lo justificaba todo. No soportaba la idea de hacer las cosas mal, porque entonces eso significaría que no era cierto nada de lo que me contaba a mí misma.
Con el tiempo logré aceptarlo, aunque no apartar la sensación de que eso me convertía en inferior a los demás. Toda mi vida pensando que sólo si no cometía errores y hacía felices a todos, me querrían, y ahora tenía que aceptar que, a veces, mi comportamiento les hacía daño y que desde luego, cometía errores. Entonces, ¿cómo me iban a querer?
Sentía que aunque tuviera cualidades que sabía que podían gustarles, llevaba un enorme macuto a la espalda con todas mis inseguridades, mi pasado, mis defectos... Y que en el momento en que lo descubrieran, saldrían corriendo espantados.
Durante un tiempo pensé que la única forma de lidiar con estas "taras" que tenía era escondiéndolas, como si fueran la letra pequeña de un contrato. Así, al menos sobre el papel, yo sería una persona que mereciera la pena. Pero seguía hurgando y hurgando con la terapia, sacando lo peor de mí y a mis ojos eran ya demasiadas cosas para poder esconderlas...
Lo curioso es que en esa época emprendí algunas de las relaciones que marcarían un antes y un después en mi vida, y yo no podía comprender cómo a pesar de que a mis ojos, a veces yo me comportara como "una loca" contradictoria y errática, ellos seguían ahí y me querían. Pensaba que no tenía sentido que, con la cantidad de gente sana y sin problemas que había por el mundo, me eligieran a mí: la chica de las mil inseguridades a la que además había que acompañar a los sitios, elegirle la comida, hablar con su terapeuta...
Me costó mucho darme cuenta de que, en el fondo, a todos nos pasa lo mismo. Todos tenemos una parte de nosotros que nos avergüenza, nos da miedo o nos hace meter la pata; esa "letra pequeña" que nos esforzamos en ocultar. De repente, descubrí que esas personas que me querían también tenían inseguridades y defectos, sólo que a ellos no se los señalaban con una lupa. Y a veces sus "taras" me hacían daño o me molestaban, pero el resto del tiempo simplemente me hacían verles más humanos.
Supongo que al final no depende tanto de lo imperfecto que seas o de lo que ponga en tu "letra pequeña", sino que es más importante lo que la gente vea en esa letra: si les compensa, si no les gusta o si, asombrosamente, les hace quererte con más ganas.
Y sobre todo, entender que todas esas cosas que me desagradan de mí, que cambiaría, o que me gustaría que no hubieran pasado, no dejan de ser MÍAS. Me han formado como persona tanto o más que las cualidades que otros admiran, son una parte de mí. Una parte que ya no rechazo, aunque a veces no me guste.
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