domingo, 17 de abril de 2011

Hurt

         "I hurt myself today to see if I still feel, 
      I focus on the pain the only thing that's real"
                                                        
                                                                                            Johnny Cash "Hurt"
 
 
Las autolesiones son algo que mucha gente no entiende desde fuera y que a parte se ve como algo muy extremo, muy oscuro...por lo que mucha gente incluso evita hablar de ello. Por eso, reconozco que me cuesta especialmente hablar de temas que en algún momento fueron un tabú para mí, pero por ello creo que es necesario, por que en el momento en el que sacas los esqueletos del armario, ya no parecen tan aterradores.
El hacerse daño a uno mismo parecerá algo propio de gente totalmente desquiciada, algo poco común pero como muchos otros síntomas propios de este problema, se produce con más frecuencia de lo que podría esperarse, de hecho, quien no ha tenido nunca comportamientos algo autodestructivos (beber más de la cuenta por estar deprimido, llamar a una expareja aún sabiendo que te hará más daño que otra cosa...) 
Recuerdo que cuando empecé a autolesionarme lo veía así, como algo terrible, algo totalmente fuera de lo común y que al hacerlo, eso me convertía en un monstruo, alguien al margen del resto. Precisamente, esto me hacía alejarme del mundo, encerrarme, convencida de que nadie podía comprender a un alma tan atormentada que era capaz de herirse a propósito, que se reirían de mí o me rechazarían.
Este aislamiento voluntario alimentaba mi idea dramática de lo que me sucedía, hacía que me sintiera sola, abandonada a mi suerte, sin nadie a quien le importara la tristeza que me embargaba día a día. Y dentro de esta espiral, lo más fácil era dejarme llevar por mis impulsos, en este caso, hacerme daño. Y realmente, me daba igual si estaba bien o mal, porque me calmaba y me hacía sentir que frente a toda la frustración del día a día, de que aparentemente, nada de lo que hiciera importara, aún había algo que podía hacer, algo que podía "controlar".
 
 

No fue hasta que entré en terapia cuando me di cuenta del significado que en realidad todo aquello tenía. Me había dado mil razones hasta la fecha para hacerlo: que era un castigo, que me ayudaba a calmarme, que hacía que me centrara por un momento en el dolor físico en vez de en mi otro dolor...
Pero la explicación que me dieron era mucho menos dramática y bastante más simple: producirse dolor, conlleva que tu cerebro segregue endorfinas ("hormonas de la felicidad") para que tu cuerpo lo soporte mejor, y esto era lo que me producía esa relajación al hacerlo. Resulta que mi problema no era estar demasiado atormentada o ser una freak, si no que me había "enganchado" a mis endorfinas (cosa muy sana si se producen con deporte, escuchando música...)
Saber esto me hizo empezar a asimilarlo como un síntoma más, un mecanismo que le había enseñado a mi cerebro que me funcionaba para escapar de los momentos difíciles.
También me hizo darme cuenta de que ese "momento de paz" que me producía, venía con unos intereses muy altos, porque dejarte llevar de esa forma por tus impulsos es algo que te mina la autoestima, porque te hace verte como alguien débil, que no puede enfrentarse a sus problemas sin necesidad de escabullirse. 
Desde luego no fue un camino de rosas dejar de lado este tema en concreto, aprender a manejar mi vida sin vías de escape autodestructivas, porque muchas veces tendría que luchar contra estos impulsos y no sucumbir a ellos, pero tras la tormenta te darás cuenta de que te reporta mucho más saber que has sido tú la que has tomado el control y superado el bache, aunque probablemente te haya supuesto más esfuerzo que si te hubieras dejado llevar.

Me gustaría terminar con una reflexión que hice en su momento y que me hizo darme cuenta de que por fín estaba "cerrando esas vías de escape" : 
Recuerdo que acababa de tener una discusión muy fuerte y no paraba de llorar, sentía que no podía más, como antes. Hice una llamada a una compañera de grupo y y le dije "No puedo más, siento que me sobrepasa y que no puedo darme la vuelta y escapar porque ya he cerrado esas puertas. Por primera vez, estamos solos el problema y yo, y estoy muy asustada" 

A pesar de que en ese momento estaba completamente angustiada ante la perspectiva de estar sola ante el peligro, aún hoy sigo recordando aquel día como una gran victoria.
Y además descubrí que cuando te enfrentas a tus problemas en vez de mirar hacia otro lado es cuando realmente eres capaz de vencerlos, porque por mucho que escapes los problemas seguirán ahí cuando vuelvas a mirar hacia atrás. Sólo en ese momento eres capaz de ver que sólo tú controlas tu vida, o al menos tu forma de afrontarla.


                                                                   

viernes, 1 de abril de 2011

Mi red de seguridad

"Pensé que cuando llegara a este punto del camino...me sentiría más preparada"

Lo cierto es que llevaba toda la semana preparando otra entrada, algo más serio. Pero al final me decidí por hacer una pequeña confesión en su lugar.
Había oído muchas veces a lo largo del tratamiento que era normal cuando vas mejorando sentir miedo. Puedo recordar claramente a algunas de mis compañeras confesar que se sentían aterradas ante la idea de no tener al grupo, una red de seguridad a la que acudir siempre que te sintieras insegura. Alguien que te ponga en tu sitio y te diga aquello que no quieres oír, pero que en el fondo sabes que es cierto. Y de hecho, mucha gente se estanca en este punto, en parte por miedo y en parte porque cuando vas encontrándote mejor, la enfermedad ya no es algo que te limite, no luchas tan fieramente como cuando estás sufriendo y buscas una salida desesperadamente. Estás cómoda en ese punto, tan cómoda que te puedes pasar igual años.


Siempre me pareció una locura tener miedo de terminar la terapia de grupo. Y de hecho, parte de mi motivación para avanzar durante estos últimos meses en que me encontraba más estable ha sido la de salir de la terapia. No realmente porque me costara ir (de hecho cada vez voy a menos sesiones) o porque me resultara dura. Mi motivación era cerrar este capítulo de mi vida y poder decir "He vencido, ha merecido la pena mi esfuerzo".
Pero esta semana me dijeron que iba a ir aún a menos sesiones. Y aunque eso no signifique nada en cuanto a lo que me pueda quedar de tratamiento, de repente el alta se convirtió en algo real. Real y que podía sentirlo acercándose. Durante estos años había pensado en él muchísimo, pero casi como algo difuso, aún muy muy lejano.
Cuando empezó a definirse como una posible realidad en mi cabeza, apareció el miedo del que me habían hablado. Me aterrorizó la idea de cometer errores ahora, de fallar, de no tener mi red de seguridad por si tropiezo y me caigo.
Supongo que en el camino había idealizado tanto el momento en que estaría mejor, que me había imaginado como alguien ya imperturbable, sin inseguridades, que no necesitaría a los demás para hacerme de red. Y no me siento para nada como esa persona que creía que sería a estas alturas.
Llevo todo el día dándole vueltas a este tema y lo que no me había fijado es que durante estos 4 años y una cifra incontable de grupos y de llamadas con compañeros de grupo, he estado contruyendome mi propia red de seguridad: mi capacidad de buscar apoyo y apoyar a los demás. Y eso es algo que estará conmigo para siempre, porque nunca llegará el día en que no necesitemos a los demás.

Es cierto que no me parezco en nada a la semi-diosa que imaginaba que sería, pero tampoco tengo mucho que ver con la persona que era hace 4 años. Me sigo cayendo y cometiendo errores, igual que antes, pero lo que han cambiado son mis herramientas para superarlos ( o llegado el momento, evitarlos). Así que seguiré avanzando con paso firme, porque aunque este cambio me intimide, sé de sobra que merece la pena luchar por ello.

(esperemos que sea prontito!!)