Este post es de los más autobiográficos que escribiré y de hecho, he estado posponiendo escribirlo porque sé que puede entristecer a la gente que me quiere y porque además supone recordar uno de los momentos de mi vida de los que menos orgullosa me siento .
Se ha hablado mucho del suicidio, por lo controvertido que es. Para unos es el mayor acto de egoísmo (ya que si ya es duro perder a alguien,saber que se ha quitado la vida es aún peor) mientras que otros, en cambio, lo ven con un tinte de romanticismo dramático (emulando a grandes figuras desde estrellas de cine a personajes literarios) Desde luego es un tema que está tristemente ligado a esta enfermedad y por ello me decidí a escribir sobre ello, a pesar de su dureza.
Solo diré que no hubo romanticismo alguno ni tampoco grandes declaraciones, ni conciencia de las consecuencias de mis actos. En la habitación, sólo estábamos mis dos mitades: la niña asustada de lo que estaba planeando y la desesperada que sentía que no podía aguantar más. No creo que fuera del todo consciente del hecho en sí, sólo buscaba la última forma de escapar que se me ocurría, una manera de borrarme del mundo. Es triste reconocerlo, pero en ese momento no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera el dolor que se me antojaba insoportable, no fue hasta ver la cara de mi madre al ver lo que estaba haciendo cuando realmente entendí hasta qué punto en ese momento no sólo me estaba haciendo daño a mí, si no a todo mi entorno, y como si lo hubiese conseguido, hubieran cambiado muchas más vidas que la mía.
Pero la enseñanza de esta historia no sucedió hasta unas semanas después, y esto creo que no se lo he contado a nadie. Era de madrugada y mi insomnio no me dejaba dormir, de nuevo volvieron las ganas de escapar, la sensación de derrota... Sabía que era la batalla que decidiría todo, así que cogí las pocas fuerzas que sentía que me quedaban y me puse a escribir.
Pasé un par de horas divagando entre pensamientos depresivos e ideas autocompasivas hasta que, entre lágrimas, hice un pacto conmigo misma: haría que la batalla que había librado aquella noche, que mi decisión, valieran la pena, me prometí que sería muy grande, que cambiaría el mundo aunque sólo fuera a mi alrededor.
Desde aquella madrugada, aquel momento de tocar fondo han pasado ya 4 años. En ese tiempo, me he enamorado, he recuperado viejas relaciones, hecho nuevos amigos, viajado, estoy estudiando la carrera que me hará ayudar a muchos (o eso espero)... Pero sobre todo he luchado por acercarme a ser esa persona fuerte y segura que siempre desee, sólo que ahora sé que esa persona es la que toca fondo y es capaz de renacer, no la que nunca falla en nada.
Desde aquel día nunca más he querido escapar y he hecho que merezca la pena.
Eres muy valiente... y me alegro que decidieras seguir luchando. Espero que muchos lean esto y sigan tu camino... Te quiero mucho! Un beso!
ResponderEliminarPapá
Simplemente "te quiero" y gracias por perseverar.
ResponderEliminarOjala tu relato tan valiente y sincero ayude a otras personas que esten tocando fondo a saber que hay luz mas alla de esos momentos de aparente negrura absoluta.
Solo hace falta tener el coraje de girar la direccion y dejar de ir hacia abajo para empezar el regreso a la superficie y seguir viviendo el dia a dia con sus momentos dificiles pero con grandes compensaciones tambien.
No tengo mucho más que decirte de lo que ya sabes, de lo que ya te he dicho, de lo que ya te dije. Sólo felicitarte por tu valentía para coger este trocito de tu infierno, y convertirlo en algo útil y hermoso. Sí, también agradecerte que aquella noche me miraras a los ojos y lograras ver más allá de tu desesperación. Y confirmarte que lo has logrado, que eres muy grande y que haces que la vida de los que te rodeamos sea mejor cada día.
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminargracias a vosotros, solo espero que todas las experiencias que aquí comento puedan servir de algo, para entender un poquito más o para ver que todo se puede superar...
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