domingo, 4 de diciembre de 2011

Growing pains

"Mucha gente olvida que la palabra crisis lleva implícita una oportunidad, para crecer, para cambiar algo o simplemente, para saber que por ahí no vas bien. Sólo tú puedes saber para qué usarás esa oportunidad" ( Frase de mi madre,tan chiquitita y tan grande a la vez)

Creo que me he pasado la mayor parte de mi vida huyendo, huyendo de cualquier cosa que me hiciera sufrir. Realmente, es lo más fácil, das un portazo y te vas sin mirar atrás, sin plantearte nada.
Me aterraba sufrir, supongo que porque me consideraba frágil y porque cuando estaba en un mal momento, no podía pensar en nada más que en lo horrible que era aquello y en que nunca terminaría. Así que corría, huía de todo: de los problemas, de los demás, de mí misma.
En el fondo,creo que esa es la base de este trastorno, al menos para mí: todas esas obsesiones (con el cuerpo,la comida, hacerse daño...) son una vía de escape para no enfrentarte a lo que hay fuera de tu cabeza, porque sientes que no eres capaz de hacerlo.
Pero tampoco lo intentaba, era demasiado aterrador intentar hacer algo.

Me costó mucho tiempo darme cuenta de que tenía que dejar de mirar a otro lado, porque eso no hacía que los problemas desaparecieran, no, tenía que sacar las fuerzas de donde no creía tenerlas y hacerle frente. Aunque no supiera como.


Pero al final te enfrentas a ello, y contra todo pronóstico, sales viva.Y descubres que eras más fuerte de lo que pensabas, porque ser fuerte no consiste en no tener problemas, o que no te derrumbes nunca, sino en enfrentar la situación sacando una enseñanza de ello.
Consiste en coger todo ese sufrimiento, darle un significado y que te haga crecer. Al final, de mis mayores errores y momentos de crisis es de los que más he aprendido, a veces sobre el mundo y otras sobre mí misma. Es un proceso complicado, pero nadie dijo que madurar fuera algo fácil. Es algo como cuando estás a punto de pegar el estirón y te duelen las rodillas. Necesario, aunque incómodo.

Por eso, cuando alguien me dice que lo he debido pasar mal, tiene razón. Pero con el tiempo, el dolor y las crisis se diluyen y pasan a ser como esos "dolores de crecimiento" de los que hablábamos que, a la larga, pierden su importancia en comparación a todo lo que te aportaron.
Y sobre todo, sé que mi historia, con sus crisis y errores, es lo que me ha convertido en la persona que escribe estas líneas. Y lo cierto es que me gusta esa persona. 
 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Perder la cabeza

Enferma. Loca. Sola.

Creo que nunca he sentido una soledad similar a la que sentía en "mis momentos de esplendor", como me gusta llamarlos con el humor negro que me caracteriza. 
Dicen que las personas uno de los peores miedos que tenemos es el miedo a la locura, a perder la cabeza. Supongo que es porque, piensas que si la pierdes, una parte de tí se perderá para siempre también. No sé si ha sido mi naturaleza o por las cosas que he vivido, pero siempre he tenido mucho miedo a volverme loca, a no ser yo nunca más. A no poder contar ni siquiera conmigo misma.
Me lo imaginaba como una especie de muerte, peor que la muerte, pues yo seguiría ahí pero sin ser yo, como un zombie. 
 

Además, la propia etiqueta que te pones ya te aleja de los otros, te colocas a otro nivel. De repente eres especial,demasiado especial y te sientes terriblemente solo, porque sientes que no hay nadie más que sea como tu, que eres un bicho raro. Te aislas diciéndote que eres demasiado complicada y dañina para los otros, cuando la realidad es que te da demasiado miedo que te rechacen, que te señalen con el dedo.
Sobre todo, en cuanto a mi trastorno hay mucha desinformación y aunque no sea malintencionada, puede hacer mucho daño: por ejemplo, algunas personas han dudado de si realmente mi problema tenía solución (uno de los mitos más extendidos es el de que los trastornos de la conducta alimentaria son crónicos siempre,cosa que no es cierta) o han tachado mi trastorno de ser una tontería "de adolescente".
El miedo a esas reacciones, que son las que menos se producen, al menos en mi caso, te hace cerrarte aún más y justificarte que realmente estás sola. Sola y cuesta abajo.
Pero desde el fondo de mi exilio voluntario, de esa oscuridad de la que ya os he hablado, deseaba que alguien oyera mi grito silencioso, que alguien quisiera descifrar el rompecabezas que en ese momento era mi cabeza.  Y algunos se acercaron e intentaron ver la forma de hacerme comprender que no estaba tan sola como creía, que querían ayudarme.
Con ese apoyo, empecé a intentar salir adelante, pero miraba a mi alrededor y sentía que yo era la única que perdía el control sobre mi cabeza, mis emociones y mi vida. Y de nuevo me sentía sola, una ciudadana de segunda. 
Sin darme cuenta, llegó un punto en que yo era mi peor problema.
Mi imagen despectiva sobre mí misma como una loca, diferente al resto, me estaba haciendo muchísimo más daño y me impedía avanzar, porque no confiaba en que lo lograría. Cada vez era la misma historia: hacía progresos, pero en cuanto fallaba en algo, perdía el control. Algo me decía "Ves?eres una loca. Nunca vas a dejar de serlo" y eso me hacía hundirme de nuevo, querer escapar del mundo, alejarme de todo.
En este tema, hubo dos eventos que propiciaron un cambio en mi forma de pensar:
El primero, conocer a mi grupo de terapia, un grupo de personas muy parecidas a mí, con mi mismo problema. Recuerdo que cuando salí de mi primera sesión, pensé " Pues no soy tan especial como creía".
Y el segundo, algo anecdótico, este mismo año. Fue en el momento en que la persona "más cuerda" que conozco se derrumbó y fue en busca de mi ayuda. De repente, aquella persona a quien yo idolatraba a nivel de estabilidad mental y que siempre me apoyaba era la que necesitaba de mí. Ahí me dí cuenta definitivamente de que realmente, todos tenemos problemas y enfrentarse a ellos es duro siempre.  Seas quien seas.
De tal forma que yo no era ni mejor ni peor al resto, simplemente era yo, con mis fortalezas y mis debilidades. Ahora sé que soy una persona sensible, con cierta tendencia a la melancolía, pero también que soy muy fuerte. Y sobre todo, que aunque haya momentos en que todo parezca oscuro y sin sentido, hasta la fecha siempre he conseguido salir de ellos.

  

lunes, 26 de septiembre de 2011

sobre los viajes en el tiempo


 En los libros y las películas, los viajes en el tiempo son cosa de ciencia-ficción, muy futuristas. Pero lo cierto es que yo creo que es algo que ocurre con mucha frecuencia, al menos a mí me sucede. 
Obviamente no logro teletransportarme, pero es curioso como hay determinadas situaciones que me hacen sentir exactamente como me sentía hace 5,10,15 años... 
Como por ejemplo, esta mañana, al levantarme para ir a a universidad en el primer día de clase de mi cuarto año, no pude evitar sentirme como cuando mi madre me llevaba al jardín de infancia o cuando olía las páginas de mis nuevos libros. También me llevó a aquellos últimos años en que el colegio era el último sitio que quería pisar,recuerdos menos entrañables.
Pero todas esas sensaciones no pueden hacernos daño, son sólo recuerdos, escenas interpretadas por la persona que éramos entonces. El verdadero problema viene cuando nos creemos que somos esa persona de nuevo, porque es entonces, cuando el recuerdo parece cobrar vida y apoderarse de nosotros. Nos comportamos como si fuéramos aquella versión extinta.
Y digo extinta porque, realmente, ya no somos esa persona. No podemos olvidarnos de los años vividos, de las experiencias, de lo que hemos crecido y madurado. Todo eso nos ha distanciado de aquella antigua versión de nosotros mismos. 
Parece un poco enrevesado, pero si he logrado expresarme, seguro que alguna vez os habéis sentido así. A mí antes me pasaba constantemente.
Situaciones que en su momento habían sido un gran drama, las volvía a revivir una y otra vez, aunque a lo mejor ahora si estuviera preparada para afrontarlas. Me hacían volver a ser una niñita asustada que no sabía qué hacer con su vida y de repente me sentía indefensa, en un momento demasiado grande para mí.
Antes vivía con mucho sufrimiento mis pequeños "viajes en el tiempo", pero ahora empiezo a creer que realmente me ayuda mucho ponerme en contacto con mi yo pasado, para recordar todo lo que he recorrido hasta la fecha, hacerme ver mis avances. 
Y afortunadamente, voy siendo capaz de controlarlo e intento quedarme con la parte bonita de esa sensación de "Flashback" En mi primer día de "cole",concretamente, me quedo con la sensación de todos mis primeros días: miedo, incertidumbre, un poco de temblor en las rodillas pero sobre todo la sensación de que comienza un nuevo capítulo con muchas posibilidades... Y quieras que no, esas sensaciones lo hacen distinto al resto de días... y muy especial.
 

martes, 20 de septiembre de 2011

I said "Hey Babe, take a walk on the freak side"

A todos los freakys que me rodean y que me hicieron sentirme ogullosa de ser una de ellos.

Lo cierto es que desde pequeña no he sido demasiado "normalita": Leía compulsivamente libros de mitología griega y, entre otros hobbies, me encantaba preguntarle a la gente por las enfermedades y accidentes que habían tenido. Me crié soñando con convertirme en maga e ir a Hogwarts, así que se podría decir, que el hecho de que me volviera bastante freaky era cuestión de tiempo. En aquella época, a la gente le hacían gracia esas cosas y yo estaba a gusto.  
Pero fui creciendo, llegó la adolescencia y empezó a importarme mucho más lo que pensaran los demás sobre mí. Cada vez dudaba más sobre cómo debía comportarme para ser aceptada. Lo guay no era ya que te gustara escribir relatos, o leer libros de mitología y comics. Tenía que ser como las demás chicas, como mis guapas y populares amigas. Todo lo que mi infancia me había enseñado sobre lo bonito que era ser especial se me olvidó y, en un abrir y cerrar de ojos, era exactamente igual al resto. 
Me volví una experta en mimetizarme hasta el punto de creerme realmente mi personaje. Pero en el fondo, siempre me sentí una intrusa, una impostora, aunque nadie lo notara. Y eso me hacía sentirme aún peor por maquillar mi forma de ser, al alimentar la idea de que escondiéndome era como realmente gustaba al resto. 
 Cada vez me sentía menos yo, como si intentara poner mil capas para ocultarme, ocultar mis rarezas, aquellas cosas que a los demás podrían parecerle "poco guays". Me obsesionaba encajar dentro de un personaje y todo lo que se saliera de ese, lo eliminaba. No me daba cuenta de que son precisamente esas cosas que no te esperas las que mas disfrutas de la gente.
El problema es que lo que en un grupo se considera freaky, en otro es lo más normal. Por lo que mis personajes y formas de ser empezaron a amontonarse en el armario, como disfraces de carnaval: era la niña responsable con mi familia, la pijilla con mis súper amigas, la alternativa con mis amigos malotes, la lista en clase...
Aquello era agotador, estaba claro que no podía seguir así eternamente. Sobre todo porque tanto disfrazarme y esconderme me hacía sentir cada vez más vacía.
Justo entonces, en medio de aquel maremagnum de personajes, empecé a fijarme en aquellas personas que me rodeaban y me dí cuenta de algo: todos éramos freakys, todos teníamos rarezas, cosas que se salían de nuestro rol. Cosas como saberse de memoria todos los nombres de los dinosaurios, citar frases de series de TV o ir con un "sombrero de la suerte" a un examen.



Supongo que ahora mismo, muchos os preguntáis: "Bonita historia, y a mí qué?"
Lo cierto es que este post no tiene que ver estrictamente con la terapia o mi enfermedad en sí. Pero recuerdo con cariño el día que empecé a mostrarme al mundo con todo mi frikismo, tal y como yo era. 
Lo gracioso, es que en ese momento de plena vulnerabilidad, me sentí más cómoda que nunca. Por fín podía descansar y guardar todos aquellos disfraces donde debían estar,bajo llave. Me sentía con la libertad de poder hacer lo que quisiera, sin miedo a la reacción de los demás.
Y cuando me dejé llevar, me di cuenta de que todos tenemos cosas que nos pueden parecer raras, pero son esas cosas, entre otras, las que nos hacen especiales. 
Por eso desde aquí os hago una petición: si os apetece, daros una vueltecita por vuestro lado más freak y contadme algo que os haga especiales/ únicos.... FREAKYS, vamos.

Empezaré yo, para que no se diga:
-De pequeña memoricé los nombres de las 6 esposas de Enrique VIII y me sabía sus historias
-He llegado a verme 5 o 6 capítulos de una serie seguidos, a pesar de que era por la noche y tenía clase al día siguiente.
Ahora os toca a vosotros!!! 

miércoles, 24 de agosto de 2011

Learning to walk again

"Me gustaría empezar con una historia. Cuando tenía unos 4 años, mis padres me llevaron a unas clases para aprender a nadar. Yo estaba muy contenta porque sabía que nadar solitos lo hacían los niños mayores y entonces, al hacerlo, yo también sería mayor. Tenían un sistema muy progresivo: el primer día te ponían un montón de rosquitos de corcho en los brazos y con el paso de los días, te los iban quitando hasta que ya no quedaba ninguno. Lo cierto, es que por ejemplo, cuando ya te quedaban dos o uno en cada brazo, apenas te hacían flotar, eras tú la que hacías prácticamente todo el trabajo. Eso, de algún modo lo sabías, pero el simple hecho de llevarlos, te hacía sentirte más segura, más protegida. 
Y entonces llegó el día en que ya me tocaba nadar sin ninguno.¿Y qué fue lo que me pasó según entré en el agua? Pues que notaba que me hundía, me costaba más nadar que el día anterior, a pesar de que ya sabía nadar. Me daba miedo hacerlo yo sola, en ese momento me tocaba recordar lo que había aprendido, confiar en ello y no tener miedo. 
Y desde entonces, no dejé de nadar."




Estaba pensando en una forma de expresar cómo me siento ahora mismo y de repente, recordé esta historia. Me pareció una bonita metáfora de lo que ha supuesto el tratamiento para mí: un aprendizaje progresivo para conseguir mantenerme a flote el mayor tiempo posible, y sobre todo, mi paso de eterna niña a relativamente adulta. 
Hoy me siento como aquel día en que nadé sin mis "rosquitos". 
Porque pasada la euforia y las celebraciones por mi victoria contra la enfermedad, empecé a tener miedo. Me dí cuenta de que aquello no era un punto y final como me había imaginado, que no me sentía "vacunada" contra mis inseguridades ni mis comidas de tarro. De repente, no me sentía como vencedora absoluta de mis demonios personales, si no más bien como si ahora supiera cómo debía vencerles, pero que la batalla no había, ni mucho menos, finalizado. 
Reconozco, que con esos pensamientos en la cabeza, pasé unos días malos. Me sentía decepcionada. 
Luego tuve un par de esas conversaciones tan necesarias en las que la persona que tienes enfrente te devuelve a la realidad: 
"Vale, eso es ser humana, Bienvenida! Sólo vas a tener un punto y final en la muerte, el resto del tiempo, la cagaras, lucharás y aprenderás de todo ello." Y es totalmente cierto. 
Entonces, fue cuando recordé que aquel día en la piscina al final seguí nadando y el miedo desapareció casi por completo.Entonces, ahora me tocaba seguir adelante,como aquel día,y sobre todo, confiar en todo lo que había aprendido en estos años.
Y por otro lado, comprendí que nunca me tocaría "nadar sola" del todo, porque tenía mucha gente siguiendome con mirada atenta y que no dudaría ni un segundo en tirarse a la piscina si hacía falta. 




martes, 9 de agosto de 2011

La imagen del espejo

"I want a perfect body, I want a perfect soul"  Radiohead (Creep)

A mucha gente le desconcierta la obsesión que las personas con TCA sentimos por el aspecto físico. Creo que es de las cosas que más cuesta entender si no has pasado por algo similar. Además, esta falta de comprensión puede llevar a juzgar injustamente a las personas que padecen este trastorno como superficiales, etc. Por ejemplo, hace poco asistí a una clase de trastornos de la alimentación, e incluso una psicóloga que había tratado a personas con este problema utilizaba expresiones como "hacer tonterías con la comida". Realmente, este tipo de afirmaciones, hacen bastante daño cuando sabes lo devastador que puede llegar a ser esto.
Pero ciertamente, este tema extraña a la gente. Recuerdo, por ejemplo, que muchos de mis amigos, cuando les contaba que tenía una enfermedad, me decían: "Pero si tú eres guapísima, y estás delgada, ¿Cómo puedes sentirte mal con tu cuerpo?" Supongo que yo no encajaba en el perfil de alguien que ellos considerarían que debería estar acomplejado.
Y creo que esto nos resulta tan extraño, ya que de toda la vida nos han enseñado que lo que ven nuestros ojos es la realidad, puramente objetiva.
Pero como estudiante de Psicología, puedo aseguraros que no es así, que ninguno somos capaces de ver el mundo tal y como es, ya que lo que percibimos como mundo, es sólo lo que nuestro cerebro nos muestra, cómo lo interpreta.
Y esta reflexión, que a lo mejor sonará a película barata de ciencia-ficción, es bueno tenerla clara antes de meternos más a fondo en este post, que encuentro extremadamente difícil de escribir.
Es más fácil entender, con esto en la mente, cómo puede llegar a distorsionarse la imagen que uno tiene de sí mismo. Y esto, aunque no sea patrimonio de las personas con este trastorno, es increíblemente acusado en nuestro caso. Yo recuerdo, por ejemplo, verme un día estupenda y al día siguiente completamente distinta y horrorosa, dependiendo de mi estado de ánimo, de si recibía alguna crítica por algo...
Toda esa inestabilidad venía porque en el fondo yo me llevaba al plano físico todas mis inseguridades, todo lo que no me gustaba de mí, todo mi odio. Lo desplazaba porque así era más fácil de manejar, era menos doloroso pensar: "Estoy gorda" que, por ejemplo, "Tengo problemas con mis padres".
Además, para alguien así, que deseaba a toda costa quererse, sentirse a gusto consigo misma a todos los niveles, es muy fácil dejarse seducir por las promesas que la sociedad nos hace: que si somos atractivos, seguimos un modelo establecido, entonces, seremos felices.
Con esto en la cabeza, me consagré a buscar la aprobación de los demás, a encontrar mi amor propio en los ojos de los otros, ya que yo nunca sería capaz de aceptarme por mí misma.
Y lo más fácil para conseguir dicha aprobación, es el físico, ya que es lo más manipulable.
Porque vivimos en un mundo en que es políticamente correcto adular a una persona cuando ha perdido peso, por ejemplo.
Con esto, de ninguna manera quiero decir que sea malo querer arreglarse o cuidarse, ni que la sociedad ,como algunos sugieren, sea la responsable absoluta de los trastornos de la conducta alimentaria. Sólo digo, que en ese clima de culto al cuerpo, es muy fácil que alguien con problemas de autoestima, se vuelva adicta a este culto.
Y realmente es adictivo, porque es un refuerzo instantáneo y relativamente fácil, pero también muy inestable, porque cualquier pequeña crítica o defecto, hace que se desmorone esa "falsa seguridad", tan rápido como un castillo de naipes. Porque, en el fondo, aunque el resto del mundo te alabe, tú nunca te lo crees, nunca es suficiente.
Ahí, entraría la controvertida frase de: "esta delgada pero se ve gorda" que tanto llama la atención a la gente, al no entender cómo es posible. Y en este caso, al menos en mi experiencia, tu percepción se distorsiona tantísimo porque en el fondo nunca encuentras esa confianza que te prometían,que te prometiste. Así que te desesperas, te obsesionas, y sigues intentándolo con más fuerza, pero nunca es suficiente, siempre hay un nuevo defecto a la vista, una nueva meta. Porque tu seguridad no está en esa imagen que te muestra el espejo, está al otro lado.
Tienes que distanciarte de esa imagen, porque ya has visto que no te conduce a nada bueno, y en el fondo, no es objetiva ni imperecedera.

Me gustaría terminar con una reflexión que compartió conmigo una de mis tías, que trabajó como modelo una época. Me dijo "El día en que empecé a valorar mi cuerpo en función de todas las cosas que me permitía hacer, más que como algo bonito, me sentí mucho mejor" Me gusta mucho esta frase, me parece una definición más bonita del cuerpo y sobre todo, más objetiva.

jueves, 21 de julio de 2011

y por fín llegó el gran día!

"Y entonces te miras al espejo y por fin logras guiñarte un ojo. Todo ha acabado y respiras tranquila"

Esto lo escribí hará unos meses, siempre me ha gustado la idea de ver toda mi evolución como un camino para ser capaz de ser mi amiga, de confiar en mí. De ahí lo de guiñarte un ojo con complicidad.

Bueno... El martes fue mi gran día. La meta que llevaba tanto tiempo deseando y temiendo a partes iguales. Se podría pensar que al haberlo anticipado tanto, no podría llegar a mis expectativas. Pero lo cierto es que me sorprendió tremendamente. 

Durante todo el día me sentía extraña, el mundo seguía igual, los demás pero algo en mí había cambiado y podía sentirlo. Lo cierto es que no cambió aquel día, no sabría deciros el momento exacto porque no creo que haya uno solo. Pero lo cierto es que de repente fui tan consciente de lo lejos que estaba de aquella niña asustada del mundo, de los otros y de sí misma. Me había "hecho mayor", había cambiado muchísimo, aunque lo gracioso es que me sentía, bueno, me siento más yo misma que nunca. Es como si en estos 5 años de terapia, de lucha, me hubiera desecho de las correas, el corsé que me retenía en mi cabeza y que no me dejaba actuar libremente. 
Y ha sido doloroso, ha habido lágrimas, peleas, momentos de agotamiento... Pero no podría haber merecido más la pena. Ahora no es que tenga la vida resuelta, no tenga miedos o días malos, es sólo que tengo la certeza de que lo capaz que soy de enfrentarme a lo que se me ponga por delante. Por fín me siento dueña de mi vida, de mis emociones
Y desde luego sé que no estoy sola (que era mi miedo más profundo) porque si algo me ha demostrado todo este tiempo es que estoy rodeada de gente increíble que se han desvivido por ayudarme, cada uno a su forma y que el martes estaban tan contentos ,o incluso más, que yo. Desde aquí quería darles las gracias de nuevo, porque no me cansaré de decir que de esta enfermedad no se puede salir solo.

Por otro lado, reconozco que despedirme de mis compañeros de grupo fue una de las cosas más duras que he tenido que hacer. Ellos han sido, como ya he dicho alguna vez, mis compañeros de batalla y es raro pensar que no volveré a tenerlos como "compañeros", aunque sí es cierto que me llevo grandes amigos.Amigos que han visto mi faceta más "loca", que me han visto crecer a base de tropezarme, que me demostraron que la gente realmente te llega a querer incluso con esos defectos que te empeñas en ocultar. Y eso es el mejor regalo que me pudieron hacer.
Ahora inicio una nueva etapa, abandono mi nido y me toca más que nunca confiar en mí misma y en lo que he aprendido. No es como imaginaba que sería, como un punto y final, porque ya soy consciente de que la vida está llena de pruebas, pero si es cierto que me siento como si al fin pudiera cerrar, al menos un poco, ese doloroso capítulo de mi vida y respirar. Lo que venga a partir de ahora, quién sabe... 
Pero estoy deseando vivirlo y sobre todo, DISFRUTARLO, ahora que me permito hacerlo.

sábado, 2 de julio de 2011

Something good can work


"Nadie te avisa. Un día tu vida es maravillosa y al día siguiente todo parece deshacerse como la sal. 
Pero ya conoces esto, ya has estado en este mismo punto.Te sientes desfallecer y te preguntas cuantas veces tendrás que empezar esta batalla porque ya estás cansada… Cruzas los dedos porque esta sea la definitiva, aunque en el fondo ni tú misma te lo creas.
 Sabes que aprovechará la más mínima grieta para colarse en tu mente y torturarte con pensamientos e imágenes, que volverás a tener que mirar a la cara a tu parte más oscura y eso te asusta porque, ¿cómo se puede salir de ahí? ¿Cómo librarte del enemigo si este eres tú mismo?


Y te intentas levantar, tienes que hacerlo, no hay espacio para la fatiga ni la debilidad en esta guerra. Es una carrera de fondo, pero de una u otra forma siempre acabas tropezando y eso te frustra tantísimo...
  Pero tienes que hacerlo, debes hacerlo por la promesa de que un día todo eso formará parte del pasado, como esas tantas cosas que ya enterraste en tus recuerdos.
La promesa de que llegará un día en que esa voz de tu cabeza que no te deja nunca ser plenamente feliz se callará para siempre o al menos, tú dejarás de escucharla.
El día en que vivas en el mundo, y no te sientas culpable por cada paso que des, ni tampoco una carga ni una ciudadana de segunda. Y en que creas que mereces algo la pena, a pesar de cagarla y no ser perfecta.
Ese momento en que la soledad deje de aterrorizarte y reconozcas a aquella que te devuelve la mirada desde el otro lado del espejo.
El día en que seas tú, ni buena ni mala, ni guapa ni fea…Sola y puramente tú,todo contradicción y mezclado pero tú, al fin y al cabo.
Pero ¿y si ese día nunca llega? No creo que pueda soportar vivir toda mi vida con todo esto en mi cabeza, necesito creer que tengo algo por lo que luchar, que ese futuro puede existir…"
                                                        (Diarios, escrito el 29 de noviembre de 2009)  
En plena limpieza de ordenador he encontrado esto, una de las miles de cartas que me escribí a mí misma en momentos de bajón. Creo que nunca he escrito más que cuando he estado realmente deprimida, de hecho, ha sido un gran reto ponerme a escribir simplemente por placer. 
Escribir había sido siempre mi via de escape, unas veces lo hacía por desahogarme y otras veces, como en este caso para darme fuerzas cuando creía que no podía más. 
Reconozco que no pude evitar emocionarme al leerlo, al sentir de nuevo la desesperación del que lleva mucho tiempo encerrado, caminando entre sombras y que siente que no volverá a ver el sol. 
Pensar lo poquito que ha pasado y lo muchísimo que parece que me separa de esa chica asustada y abatida que escribió esto, lo muchísimo que ha cambiado todo. 
Por eso no puedo terminar sin decirme, decirle a esa yo del pasado, que ese futuro es ya una realidad y darle las gracias por creer que era posible, aunque le resultara difícil en momentos como aquel.
 Y ahora la canción que da título al post, una de mis favoritas y con la que me siento muy identificada en este momento (la pongo con letra, porque si no hay partes que no se entienden)
 

domingo, 26 de junio de 2011

Cosas que aprendí por el camino

 Han pasado unos días desde que me dieron la noticia, y lo cierto es que aún sigo sin saber qué decir.  El martes mi terapeuta me dijo que Julio sería mi último mes de terapia grupal. El adorado alta
llegaba por fín. Y lo cierto es que no me sentí tan extraña como pensé que sucedería, ya que para nada me parezco a esa superheroína que creía que sería en este momento (como ya hablé en el post "El día en que me volveré superheroína"), sino que veo claramente que esto han sido una serie de pasitos que he ido dando a lo largo de estos 5 años en total.
Ha sido un largo camino en el que he crecido muchísimo (empecé con 16 añitos, qué bebé...) y en el que sobre todo, he aprendido muchas cosas.Cosas que damos por hechas, que parecen obvias, pero que muy a menudo, olvidamos. Algunas lecciones que me llevo son:

- Pedir ayuda no te hace más débil, sino más valiente.
- Cometer un error o tener un defecto, no te convierte a tí en ellos.
- Sólo te hace daño aquel a quién tú le das poder para hacertelo.
- La felicidad muchas veces depende más de cómo te tomes las cosas que de lo que te suceda en sí.
- En general, no existen blancos y negros, todo es un grandísimo continuo (locura/salud, bien/mal...)
- Nadie es 100% infalible ni actúa siempre como te gustaría, ni siquiera tú mismo.
- Si quieres algo, lo mejor que puedes hacer es pedirlo, no esperar a que alguien lo adivine.

Estas son algunas de las "enseñanzas" que fui haciendo mías en este camino, el más importante de mi vida. Y lo cierto es que me hacen sentir que no ha consistido sólo en ir "quitándome" cosas, síntomas que me hacían infeliz, sino que también me llevo las manos cargadas de herramientas y lecciones que me ayudaran toda la vida.
Por fin siento que soy una persona en la que puedo confiar en los momentos difíciles, que me siento a gusto en mi piel. Y aunque me haya costado 5 años llegar a este momento, no podría imaginar mejor regalo que por fin ser mi amiga.




P.D.Me encantaría si se os ocurren más cositas, que las pusierais...Todos vamos adquiriendo nuestra propia filosofía viviendo...

miércoles, 15 de junio de 2011

Muchas gracias y buena suerte

Permitidme hoy, por un momento, salirme un poco del tono general del blog para dedicarle un espacio a alguien a quien a lo mejor nunca le he dado las gracias como es debido.
Ayer, mi psicóloga desde hace 4 años nos dijo que la semana que viene será la última con ella como nuestra terapeuta en el grupo, que se marcha. Y reconozco que me da muchísima pena. Así que permitidme que le dedique este post a ella, que de hecho, es seguidora de mi blog:

Desde que nos has dicho en grupo que te ibas, no puedo dejar de pensar en mis primeras épocas, en cuando te conocí... Yo estaba en un momento de no querer que me ayudarais, de ver todo como una conspiración contra mí. Salía súper enfadada de terapia, contigo, con mis compañeros... Sentía que el tratamiento no me ayudaba, que sólo me hundíais más y más.  Además tú siempre me pillabas las mentiras que escondía mi sonrisilla de niña buena y eso me machacaba.
Pero al final me fié de lo que me decías...y aquí estamos 4 años después.  Nunca pensé que podría llegar hasta aquí, que se pudiera ser así de feliz. Así que GRACIAS. Creo que nunca te las había dado y te las mereces, porque si estoy como estoy, es en una gran parte gracias a tu esfuerzo conmigo durante estos largos y costosos años.
Y, a parte, con el tiempo aprendí que no eras para nada la arpía que imaginaba en un principio, sino alguien que ante todo quería ayudarme, alguien en quien podía confiar. Aunque llegar a este punto nos ha costado un millon de enfrentamientos y de lloros, porque no siempre te tocaba una parte fácil, a veces tenías que ser la mala que me decía la verdad que tanto me negaba a escuchar.

Por último, antes te dije que yo he cambiado muchísimo, pero tú también lo has hecho... Has crecido muchísimo como terapeuta y has cambiado mi vida y la de todo el grupo. Nos has ayudado a ser un poquito más libres y has conseguido que aunque, aparentemente todos te hayamos odiado en algún momento, todo el grupo llorara ayer con la noticia de tu partida.
Con vistas al futuro, me parecería increíble que cuando yo sea terapeuta, llegara a ser tan importante en la vida de alguien como lo has sido tú en la mía. Pero para eso aún queda...Por ahora sólo me queda esperar que ahora que ya no soy tu "paciente" pueda ser tu amiga...Y desearte buena suerte en esta nueva etapa.
Un beso.
Butterfly.

domingo, 12 de junio de 2011

Mi "letra pequeña"

"Todo va bien, pero a veces siento que estoy en desequilibrio en mis relaciones. Como si yo fuera la loca y los demás los cuerdos. Como si algún día se fueran a cansar de cuidar de mí y a marcharse"

Hoy vuelvo a citarme (y esta frase no es de hace mucho) para introducir uno de mis mayores machaques mentales: La inseguridad sobre mi propia inseguridad. Qué irónico...  
Todo pasó muy rápido, yo venía de una realidad que me había creado para protegerme de mis defectos, de los reproches; mi vida entera giraba entorno a eso. Pero aquella imagen que me había creado nunca era suficiente, porque no dejaba de ser humana y de cometer errores, así que me consumía lentamente. Pero aún así me negaba a verlo, no soportaba la idea de no ser perfecta e infalible.
Entonces entré en terapia, y mi vida dió un giro de 180º, de repente todo se volvió: "no puedes hacer esto, esto está mal, esta actitud hace daño a tu alrededor..." Y, en mi cabeza, dejé de ser el proyecto de princesita perfecta para convertirme en la persona más imperfecta del mundo.
Cada crítica suponía un fracaso más que me alejaba de lograr la aceptación de los demás y yo me revolvía, me negaba a verlo, lo justificaba todo. No soportaba la idea de hacer las cosas mal, porque entonces eso significaría que no era cierto nada de lo que me contaba a mí misma.
Con el tiempo logré aceptarlo, aunque no apartar la sensación de que eso me convertía en inferior a los demás. Toda mi vida pensando que sólo si no cometía errores y hacía felices a todos, me querrían, y ahora tenía que aceptar que, a veces, mi comportamiento les hacía daño y que desde luego, cometía errores. Entonces, ¿cómo me iban a querer?
Sentía que aunque tuviera cualidades que sabía que podían gustarles, llevaba un enorme macuto a la espalda con todas mis inseguridades, mi pasado, mis defectos... Y que en el momento en que lo descubrieran, saldrían corriendo espantados.
Durante un tiempo pensé que la única forma de lidiar con estas "taras" que tenía era escondiéndolas, como si fueran la letra pequeña de un contrato. Así, al menos sobre el papel, yo sería una persona que mereciera la pena. Pero seguía hurgando y hurgando con la terapia, sacando lo peor de mí y a mis ojos eran ya demasiadas cosas para poder esconderlas...


Lo curioso es que en esa época emprendí algunas de las relaciones que marcarían un antes y un después en mi vida, y yo no podía comprender cómo a pesar de que a mis ojos, a veces yo me comportara como "una loca" contradictoria y errática, ellos seguían ahí y me querían. Pensaba que no tenía sentido que, con la cantidad de gente sana y sin problemas que había por el mundo, me eligieran a mí: la chica de las mil inseguridades a la que además había que acompañar a los sitios, elegirle la comida, hablar con su terapeuta...

Me costó mucho darme cuenta de que, en el fondo, a todos nos pasa lo mismo. Todos tenemos una parte de nosotros que nos avergüenza, nos da miedo o nos hace meter la pata; esa "letra pequeña" que nos esforzamos en ocultar. De repente, descubrí que esas personas que me querían también tenían inseguridades y defectos, sólo que a ellos no se los señalaban con una lupa. Y a veces sus "taras" me hacían daño o me molestaban, pero el resto del tiempo simplemente me hacían verles más humanos.
Supongo que al final no depende tanto de lo imperfecto que seas o de lo que ponga en tu "letra pequeña", sino que es más importante lo que la gente vea en esa letra: si les compensa, si no les gusta o si, asombrosamente, les hace quererte con más ganas.
Y sobre todo, entender que todas esas cosas que me desagradan de mí, que cambiaría, o que me gustaría que no hubieran pasado, no dejan de ser MÍAS. Me han formado como persona tanto o más que las cualidades que otros admiran, son una parte de mí.  Una parte que ya no rechazo, aunque a veces no me guste.

martes, 31 de mayo de 2011

La niña buena

 "No se cual es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar agradar a todo el mundo"
Bill Cosby

Hace poco estuvimos estudiando en mi clase los trastornos de la conducta alimentaria(como ya comenté, estudio psicología). Lo cierto es que fue extraño y a la vez muy duro, sentarme con mis compañeros y amigos, a ver parte de mi vida y de mis sufrimientos pasar en forma de presentación de power point. Y lo cierto es que es curioso, hasta qué punto cosas que creía que eran sólo mías, parte de mi carácter, resultaron ser un síntoma más (o un rasgo que me hacía más vulnerable que el resto). Esto ya me había pasado al entrar en la terapia de grupo, y creo que es una de las mejores cosas de ello, te das cuenta de que no eres ni tan especial como creías ni el primero en pasar por esta enfermedad. 
Pero en clase fue mucho más extraño, porque es otro ambiente y además mis compañeros de universidad no han vivido mis épocas más "típicas del trastorno" como los atracones, las dietas imposibles y todo eso. Por lo que debo reconocer, que me dió un poco de vergüenza encontrarme tan expuesta, como si me estuvieran diseccionando en la pizarra para que todos pudieran ver mis miedos y sentimientos más profundos convertidos en gráficos y estadísticas.


Una de las cosas que más me llamó la atención, por creerlo una cosa mía, fue que en el perfil psicológico, sobre todo en las anoréxicas, aparecía que entre sus rasgos está el "ser una niña buena, que quiere agradar a todos". Creo que no me puedo sentir más identificada con la definición, ya que se podría decir que me he pasado toda mi vida buscando desesperadamente la forma de gustar a todos con la esperanza de que, al verme reflejada en sus ojos, por fin me gustara a mí misma. 
Y es realmente agotador intentar gustar a todos, porque al final terminas convirtiéndote en un espejo que refleja lo que crees que la otra persona quiere ver en tí. Te inventas mil personajes y entre tantos disfraces, es muy fácil sentir que has perdido tu identidad, sentir que no eres más que un sinfin de caretas sin nada realmente que tapar. 
Te armas de recursos para agradar a todo el mundo: intentar nunca dar tu opinión, estar siempre impecable, evitar los conflictos aún rebajándote... Recuerdo una anécdota curiosa que ejemplifica hasta qué extremos absurdos pude llegar: 
En 5º de primaria (como veis, no miento al decir que llevo toda mi vida  haciendo lo mismo) estaba en la fila del comedor con una amiga y me preguntó si me gustaba la lasaña, yo en un principio le dije que sí, pero al ver que a ella no le gustaba, cambié mi opinión y le dije que no, que no me gustaba nada. Como si el hecho de que no nos gustara la lasaña nos fuera a unir más...
Este ejemplo también hace ver que la gente, con el tiempo, acaba notando algo raro en tí y puede hasta desconfiar de tantos cambios, siente que estás al lado suyo, pero protegida por un muro. Siempre me había llamado la atención las relaciones que desde pequeña había tenido, porque nunca sentí que terminara de encajar con la gente, me llevaba bien con todos, pero no tenía una verdadera relación. 
Con el tiempo, me he ido dando cuenta de que son los momentos en los que discutes, cometes un error o se ríen a tu costa, los que hacen que realmente te sientas cercano a los demás y ellos a tí. Porque en el fondo, ni yo ni nadie podemos ser siempre "niños buenos", es un personaje insostenible y que además hace que te pases más tiempo pensando en nuevas estrategias que en cuidar de las personas que te rodean.
Así que supongo que la frase de Bill Cosby es una verdad como un templo, porque cuando intentas agradar a todos terminas por ni siquiera agradarte a tí mismo.
 

lunes, 23 de mayo de 2011

Estoy malita...

"La palabra dolor no existe en sí misma, sólo existe como concepto. 
Debes averiguar qué sientes cuando algo te duele y no pensar que equivaldrá a dolor. Piensa una nueva palabra par definir lo que sientes, y dejará de dolerte"                                                                        Albert Espinosa "El mundo amarillo"       


La frase la he sacado de "el mundo amarillo"de Albert Espinosa, en el que cuenta las enseñanzas que el cáncer le dió sobre la vida. Ver la valentía que demostraba al haber sacado  todas esas ideas increíblemente positivas de una experiencia de la que nadie sospecharía que se puede sacar nada bueno , me inspiró muchísimo. Me hizo decidirme a coger la experiencia más dura de mi vida (desde luego,nada comparado con un cáncer) e intentar sacar algo bonito de ella, como él.
Toda mi vida recuerdo haber tenido algún tipo de dolor o malestar, cuando no me dolía el estómago, estaba acatarrada o con dolor de cabeza. Y cuando entré en terapia me comentaron que podía ser que fueran psicosomáticos, es decir, que fueran causados por mi cabeza, no porque mi cuerpo estuviera realmente enfermo. Recuerdo que yo me revelaba contra esto, diciendo que era imposible, que no estaba fingiendo, que realmente me encontraba mal.
Con el tiempo, fui atando cabos y viendo que no era normal que tuviera una media de un resfriado por mes o que tuviera tantas gastronteritis. Pero me resistía al pensar que si aquellas enfermedades eran psicológicas, de alguna forma yo le estaba diciendo a mi cuerpo que enfermara y no entendía por qué querría yo eso, si a nadie le gusta estar enfermo. Además, la idea de pensar que era yo la que lo provocaba, me hacía sentir increíblemente culpable.

No diré que la somatización haya sido el síntoma contra el que más me haya costado luchar, pero desde luego ha sido uno de los más difíciles de detectar y entender. Porque tú realmente estás enfermo, que es lo que muchos no entienden, lo que pasa es que la causa no es una infección o un virus solamente, sino que tu estado de ánimo afecta a tu cuerpo y a tus defensas y te hace más vulnerable. Y a veces te puede producir cosas más graves o extrañas, por ejemplo, recuerdo que mis exámenes de 2º de Bachillerato me dió un brote alérgico tan brutal (toda yo era una roncha) que me los pasé entrando y saliendo de urgencias para que me inyectaran urbason... Y sólo por estrés. Esto parece increíble, pero no hay que perder de vista que el cuerpo y la mente coexisten y que lo que le afecta a uno también le puede afectar al otro.

Algunos defienden que cualquier dolor es un mensaje que nos manda nuestro cuerpo, de que algo no va bien o de que hay algo que estamos pasando por alto. No sé en el caso del resto, pero desde luego mi cuerpo me enviaba demasiados mensajes y yo no podía seguir así. Tenía que aprender a exteriorizarlos de otra forma. 
Esta fue una parte de mi camino algo extraña, de desconfiar de mis sensaciones, de ignorar las señales que me mandaba mi cuerpo, de forzarme a ir en contra de lo que cualquier otro hubiera hecho de sentirse así. Y lo cierto es que funcionó, y aunque aún lo sigo haciendo, las señales que me mandaba mi cuerpo dejaron de ser un impedimento para mi día a día.

La semana pasada, tuve uno de esos momentos raros en los que en una asignatura me "enseñan" algo que he vivido en primera persona y lo cierto es que , aunque parezca mentira, siempre aprendo cosas interesantes. En el tema de las somatizaciones me esclareció la razón por la que a lo mejor me enfermaba tanto: estando enfermo tienes muchos privilegios, te miman más, puedes desatender tus responsabilidades... Así que, puede ser que ahora que soy más clara respecto a lo que quiero y necesito, mi cuerpo no necesite pedirlo por mí, porque lo cierto es que en el último año creo que he estado 3 o 4 veces enferma, nada en comparación con lo anterior. 
Tal y como aconseja la cita, en el momento en que dejé de utilizar las palabras"dolor""o "enfermedad", o más bien, dejé de permitirlas que hablaran por mí, mi salud mejoró súbitamente.



                 

lunes, 16 de mayo de 2011

ríete de TODO

"niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
por que me moriría" 
                                                 Pablo Neruda


Ya escribiré un post más en profundidad más adelante esta semana, pero antes me apetecía compartir esta reflexión. 
No sé si será por mi carácter, pero creo que siempre me ha ayudado a superar las cosas el poder reirme de ellas. Y esta no iba a ser una excepción. 
El clip de arriba es de la película de Zoolander y no sé cuantas veces habremos bromeado mi madre y yo sobre si "puedo leer mentes", o cuantas veces me habrá dicho mi abuela que a mis primos pequeños también habría que llevarles a terapia para que se comieran las verduras sin protestar. 
O las veces que mi padre habrá bromeado sobre su raro trastorno "hija, yo me veo bien, pero según mis hermanas estoy gordo...Creo que tengo anorexia invertida!!!"
Ni tampoco sé cuantas veces nos habremos hecho bromas en terapia sobre hundirnos la autoestima a propósito o la idea que la gente tiene de la enfermedad del tipo "tengo un defecto en las corneas, por eso me veo gorda", o sobre excusas que nos inventábamos o cosas que nos obsesionaban "yo a mi novio le he dicho que vengo al podólogo los martes y los jueves, creo que ,en el fondo,se aliviará de saber que en realidad vengo al psicólogo..." y un largo etcétera. 
Creo que no sólo es bueno, sino necesario reírse de todo, sobre todo de las cosas difíciles que te sucedan. Nunca ha tenido más sentido esa típica frase de madre("ya verás como un día eres capaz de mirar hacia atrás y reirte de esto") que hoy en día cuando soy capaz de hacer chistes sobre lo que antes me hacía llorar. Y es que creo que en parte, reirte de las cosas hace que ya no den tanto miedo, y, a mí, al menos, me hace cargar las pilas para seguir batallando...
Así que.... ¡a reir sea dicho!

martes, 10 de mayo de 2011

Rebirth

"A veces hay que tener el caos dentro para dar nacimiento a una estrella danzante" Nietzche

Este post es de los más autobiográficos que escribiré y de hecho, he estado posponiendo escribirlo porque sé que puede entristecer a la gente que me quiere y porque además supone recordar uno de los momentos de mi vida de los que menos orgullosa me siento .

Se ha hablado mucho del suicidio, por lo controvertido que es. Para unos es el mayor acto de egoísmo (ya que si ya es duro perder a alguien,saber que se ha quitado la vida es aún peor) mientras que otros, en cambio, lo ven con un tinte de romanticismo dramático (emulando a grandes figuras desde estrellas de cine a personajes literarios) Desde luego es un tema que está tristemente ligado a esta enfermedad y por ello me decidí a escribir sobre ello, a pesar de su dureza.

Solo diré que no hubo romanticismo alguno ni tampoco grandes declaraciones, ni conciencia de las consecuencias de mis actos. En la habitación, sólo estábamos mis dos mitades: la niña asustada de lo que estaba planeando y la desesperada que sentía que no podía aguantar más. No creo que fuera del todo consciente del hecho en sí, sólo buscaba la última forma de escapar que se me ocurría, una manera de borrarme del mundo. Es triste reconocerlo, pero en ese momento no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera el dolor que se me antojaba insoportable, no fue hasta ver la cara de mi madre al ver lo que estaba haciendo cuando realmente entendí hasta qué punto en ese momento no sólo me estaba haciendo daño a mí, si no a todo mi entorno, y como si lo hubiese conseguido, hubieran cambiado muchas más vidas que la mía.



 Pero la enseñanza de esta historia no sucedió hasta unas semanas después, y esto creo que no se lo he contado a nadie. Era de madrugada y mi insomnio no me dejaba dormir, de nuevo volvieron las ganas de escapar, la sensación de derrota... Sabía que era la batalla que decidiría todo, así que cogí las pocas fuerzas que sentía que me quedaban y me puse a escribir. 
Pasé un par de horas divagando entre pensamientos depresivos e ideas autocompasivas hasta que, entre lágrimas, hice un pacto conmigo misma: haría que la batalla que había librado aquella noche, que mi decisión, valieran la pena, me prometí que sería muy grande, que cambiaría el mundo aunque sólo fuera a mi alrededor.
Desde aquella madrugada, aquel momento de tocar fondo han pasado ya 4 años. En ese tiempo, me he enamorado, he recuperado viejas relaciones, hecho nuevos amigos, viajado, estoy estudiando la carrera que me hará ayudar a muchos (o eso espero)... Pero sobre todo he luchado por acercarme a ser esa persona fuerte y segura que siempre desee, sólo que ahora sé que esa persona es la que toca fondo y es capaz de renacer, no la que nunca falla en nada. 
Desde aquel día nunca más he querido escapar y he hecho que merezca la pena.

domingo, 1 de mayo de 2011

La chica de la eterna sonrisa

"Lo peor de esta enfermedad es que no te deja ser feliz" 

Esta frase de una de las terapeutas del centro me marcó, por lo terrible y cierta que es...

Hace poco me enteré de que una de mis antiguas compañeras (que dejó la terapia) tuvo una recaida. Lo cierto es que esto me ha hecho pensar en muchas de las personas que han dejado la terapia por diversos motivos y preguntarme qué sería de ellos, si estarían bien.
Y también me hizo darme de bruces con la realidad, de la que pocas veces soy consciente: que esta enfermedad es el trastorno psiquiátrico con mayor índice de mortalidad (6%) y que muchísima gente no consigue salir o llevan tanto tiempo padeciéndola que se les vuelve crónica (entre un 20 y un 25%). Vivo en un entorno en el que esto es algo contra lo que se lucha y en el que se consigue ganar la batalla, pero desgraciadamente,no siempre es así.  Mucha gente no lo entiende o no alcanza a ver la gravedad del asunto, hay otros que incluso lo "ensalzan" convirtiendo su trastorno en un modo de vida, identificándose con él. Y así, no hacen nada.

Este pensamiento me entristeció mucho, sobre todo pensando en gente a la que quiero y que nunca lo intentarán o abandonaron su lucha. Pero también me hizo sentirme terriblemente afortunada, porque aunque haya sido un camino a pasitos de bebé y extremadamente difícil en algunos momentos, mirando hacia atrás, todos esos esfuerzos no me parecen nada en comparación con todo lo que he conseguido, con todo lo que he evolucionado. 
Y en ese camino, está claro que ha habido mil veces en que me quise rendir, pero mi gente (mis padres, mi grupo, mi novio, mis amigos...) NUNCA me dejó hacerlo, transmitiéndome sus fuerzas cuando yo sentía que no podía más. Por eso mismo, siempre mantendré que esta enfermedad no es algo que se pueda superar solo, porque por muy fuerte que seas, habrá tarde o temprano un momento de flaqueza en que necesites que alguien te tienda la mano.

Empecé la entrada con una cita que puede parecer exagerada o alarmista de primeras, pero que con el tiempo he comprobado que es totalmente cierta. Cuando vives en tu cabeza, más pendiente de tus obsesiones,exigencias e inseguridades es literalmente imposible ser feliz. Por eso, aunque pueda resultar extraño, en cierto modo me alegro de haber tenido un problema, una vía de escape que hiciera que pidiera ayuda, porque de otra forma, creo que sólo hubiera sido una persona infeliz el resto de mi vida, sin tomar cartas en el asunto y no hubiera conseguido llegar hasta donde estoy ahora.

Me gustaría terminar diciendo que, aunque haya sido toda mi vida "la chica de la eterna sonrisa" creo que es ahora cuando de verdad puedo sonreir. Y ha dejado de ser una mueca tras la que esconderme para convertirse en algo increíble que compartir.

domingo, 17 de abril de 2011

Hurt

         "I hurt myself today to see if I still feel, 
      I focus on the pain the only thing that's real"
                                                        
                                                                                            Johnny Cash "Hurt"
 
 
Las autolesiones son algo que mucha gente no entiende desde fuera y que a parte se ve como algo muy extremo, muy oscuro...por lo que mucha gente incluso evita hablar de ello. Por eso, reconozco que me cuesta especialmente hablar de temas que en algún momento fueron un tabú para mí, pero por ello creo que es necesario, por que en el momento en el que sacas los esqueletos del armario, ya no parecen tan aterradores.
El hacerse daño a uno mismo parecerá algo propio de gente totalmente desquiciada, algo poco común pero como muchos otros síntomas propios de este problema, se produce con más frecuencia de lo que podría esperarse, de hecho, quien no ha tenido nunca comportamientos algo autodestructivos (beber más de la cuenta por estar deprimido, llamar a una expareja aún sabiendo que te hará más daño que otra cosa...) 
Recuerdo que cuando empecé a autolesionarme lo veía así, como algo terrible, algo totalmente fuera de lo común y que al hacerlo, eso me convertía en un monstruo, alguien al margen del resto. Precisamente, esto me hacía alejarme del mundo, encerrarme, convencida de que nadie podía comprender a un alma tan atormentada que era capaz de herirse a propósito, que se reirían de mí o me rechazarían.
Este aislamiento voluntario alimentaba mi idea dramática de lo que me sucedía, hacía que me sintiera sola, abandonada a mi suerte, sin nadie a quien le importara la tristeza que me embargaba día a día. Y dentro de esta espiral, lo más fácil era dejarme llevar por mis impulsos, en este caso, hacerme daño. Y realmente, me daba igual si estaba bien o mal, porque me calmaba y me hacía sentir que frente a toda la frustración del día a día, de que aparentemente, nada de lo que hiciera importara, aún había algo que podía hacer, algo que podía "controlar".
 
 

No fue hasta que entré en terapia cuando me di cuenta del significado que en realidad todo aquello tenía. Me había dado mil razones hasta la fecha para hacerlo: que era un castigo, que me ayudaba a calmarme, que hacía que me centrara por un momento en el dolor físico en vez de en mi otro dolor...
Pero la explicación que me dieron era mucho menos dramática y bastante más simple: producirse dolor, conlleva que tu cerebro segregue endorfinas ("hormonas de la felicidad") para que tu cuerpo lo soporte mejor, y esto era lo que me producía esa relajación al hacerlo. Resulta que mi problema no era estar demasiado atormentada o ser una freak, si no que me había "enganchado" a mis endorfinas (cosa muy sana si se producen con deporte, escuchando música...)
Saber esto me hizo empezar a asimilarlo como un síntoma más, un mecanismo que le había enseñado a mi cerebro que me funcionaba para escapar de los momentos difíciles.
También me hizo darme cuenta de que ese "momento de paz" que me producía, venía con unos intereses muy altos, porque dejarte llevar de esa forma por tus impulsos es algo que te mina la autoestima, porque te hace verte como alguien débil, que no puede enfrentarse a sus problemas sin necesidad de escabullirse. 
Desde luego no fue un camino de rosas dejar de lado este tema en concreto, aprender a manejar mi vida sin vías de escape autodestructivas, porque muchas veces tendría que luchar contra estos impulsos y no sucumbir a ellos, pero tras la tormenta te darás cuenta de que te reporta mucho más saber que has sido tú la que has tomado el control y superado el bache, aunque probablemente te haya supuesto más esfuerzo que si te hubieras dejado llevar.

Me gustaría terminar con una reflexión que hice en su momento y que me hizo darme cuenta de que por fín estaba "cerrando esas vías de escape" : 
Recuerdo que acababa de tener una discusión muy fuerte y no paraba de llorar, sentía que no podía más, como antes. Hice una llamada a una compañera de grupo y y le dije "No puedo más, siento que me sobrepasa y que no puedo darme la vuelta y escapar porque ya he cerrado esas puertas. Por primera vez, estamos solos el problema y yo, y estoy muy asustada" 

A pesar de que en ese momento estaba completamente angustiada ante la perspectiva de estar sola ante el peligro, aún hoy sigo recordando aquel día como una gran victoria.
Y además descubrí que cuando te enfrentas a tus problemas en vez de mirar hacia otro lado es cuando realmente eres capaz de vencerlos, porque por mucho que escapes los problemas seguirán ahí cuando vuelvas a mirar hacia atrás. Sólo en ese momento eres capaz de ver que sólo tú controlas tu vida, o al menos tu forma de afrontarla.


                                                                   

viernes, 1 de abril de 2011

Mi red de seguridad

"Pensé que cuando llegara a este punto del camino...me sentiría más preparada"

Lo cierto es que llevaba toda la semana preparando otra entrada, algo más serio. Pero al final me decidí por hacer una pequeña confesión en su lugar.
Había oído muchas veces a lo largo del tratamiento que era normal cuando vas mejorando sentir miedo. Puedo recordar claramente a algunas de mis compañeras confesar que se sentían aterradas ante la idea de no tener al grupo, una red de seguridad a la que acudir siempre que te sintieras insegura. Alguien que te ponga en tu sitio y te diga aquello que no quieres oír, pero que en el fondo sabes que es cierto. Y de hecho, mucha gente se estanca en este punto, en parte por miedo y en parte porque cuando vas encontrándote mejor, la enfermedad ya no es algo que te limite, no luchas tan fieramente como cuando estás sufriendo y buscas una salida desesperadamente. Estás cómoda en ese punto, tan cómoda que te puedes pasar igual años.


Siempre me pareció una locura tener miedo de terminar la terapia de grupo. Y de hecho, parte de mi motivación para avanzar durante estos últimos meses en que me encontraba más estable ha sido la de salir de la terapia. No realmente porque me costara ir (de hecho cada vez voy a menos sesiones) o porque me resultara dura. Mi motivación era cerrar este capítulo de mi vida y poder decir "He vencido, ha merecido la pena mi esfuerzo".
Pero esta semana me dijeron que iba a ir aún a menos sesiones. Y aunque eso no signifique nada en cuanto a lo que me pueda quedar de tratamiento, de repente el alta se convirtió en algo real. Real y que podía sentirlo acercándose. Durante estos años había pensado en él muchísimo, pero casi como algo difuso, aún muy muy lejano.
Cuando empezó a definirse como una posible realidad en mi cabeza, apareció el miedo del que me habían hablado. Me aterrorizó la idea de cometer errores ahora, de fallar, de no tener mi red de seguridad por si tropiezo y me caigo.
Supongo que en el camino había idealizado tanto el momento en que estaría mejor, que me había imaginado como alguien ya imperturbable, sin inseguridades, que no necesitaría a los demás para hacerme de red. Y no me siento para nada como esa persona que creía que sería a estas alturas.
Llevo todo el día dándole vueltas a este tema y lo que no me había fijado es que durante estos 4 años y una cifra incontable de grupos y de llamadas con compañeros de grupo, he estado contruyendome mi propia red de seguridad: mi capacidad de buscar apoyo y apoyar a los demás. Y eso es algo que estará conmigo para siempre, porque nunca llegará el día en que no necesitemos a los demás.

Es cierto que no me parezco en nada a la semi-diosa que imaginaba que sería, pero tampoco tengo mucho que ver con la persona que era hace 4 años. Me sigo cayendo y cometiendo errores, igual que antes, pero lo que han cambiado son mis herramientas para superarlos ( o llegado el momento, evitarlos). Así que seguiré avanzando con paso firme, porque aunque este cambio me intimide, sé de sobra que merece la pena luchar por ello.

(esperemos que sea prontito!!)

viernes, 25 de marzo de 2011

¿Por qué a mí?

 "Cuando la culpa es de todos, entonces la culpa es de nadie" Concepción Arenal

En el momento en que nos ponemos a buscar el origen de este trastorno, la culpa acude a nuestra mente.
¿A quién culpar? No hay nada claro al respecto, algunos hablan de predisposición genética, otros de los medios, de la sociedad... ¿Quién de todos ellos hizo que mi enfermedad se convirtiera en una realidad? ¿Fueron mis genes, los diseñadores de moda?¿O tal vez algún hecho traumático?

Es una mala idea en estos casos, cuando algo así estalla en tu vida, buscar una explicación sencilla y lógica, pero lo cierto, es que prácticamente no podemos evitarlo. Nos sobrecoge, nos cambia la vida, aún no entiendes qué es lo que te sucede exactamente y, de alguna forma, sientes que si logras dar con la pieza exacta que lo desencadenó, te sentirás menos perdida.
Así que la comienza la búsqueda, y lo peor de todo es que solemos escogernos a nosotros mismos como culpables.

Esto es algo complicado de entender, pero yo creo que parte de la idea de que esto es en cierto modo voluntario. Recuerdo perfectamente a una de mis compañeras de grupo llorando lamentándose por haberse provocado el vómito por primera vez, convencida de que ella había elegido libremente hacerlo y que si ese día no lo hubiera hecho, no estaría enferma.
Es cierto que nadie te obliga, y que aún no es una rutina, por lo que se debería poder evitar, pero ahora sé que yo llevaba bastante tiempo enferma antes de hacerlo por primera vez( aunque antes pensara igual que mi amiga)
Ahora sé, por ejemplo, que hay un montón de pasos antes de darte un atracón, que parte de un conflicto, de un pensamiento que no puedes controlar, pero que sí puedes parar antes de que vaya a más, antes de que se convierta en acción: ahí es donde entra tu voluntad, no antes.


Tambien esta idea se fomenta con los tópicos sobre que los trastornos de conducta alimentaria son sólo una forma de adelgazar llevada al extremo, un estilo de vida, cosas de adolescentes... Por ello, muchas veces da incluso vergüenza reconocerlo, por miedo a que te vean como una niña superficial o una loca, porque de alguna forma no te sientes como si tuvieras cualquier otro tipo de enfermedad, te sientes un bicho raro.
En cuanto a la presión social, te comparas con tu alrededor y ves que al resto no les afecta igual que a tí, que tus amigos son capaces de hablar de la "operación bikini" sin que les afecte realmente y que tú en cambio, no paras de obsesionarte.
Entonces,  debes ser que no eres tan fuerte o tan lista como ellos porque te pasas todo el día pensando en esas cosas, aunque el resto las consideran superficiales o tontas.

Y si buscar culpables puede ser tentador para tí, lo es mucho más para tu entorno, sobre todo para tus padres, que están aún más confundidos que tú. Tratan de buscar respuestas a por qué su hija está enferma, por qué sufre. Y esto se suele traducir en: "¿Qué hemos hecho mal?". Así que la culpa, no contenta contigo, también se extiende a tu entorno apoyada en teorías sobre que las relaciones con la madre, un padre ausente o el divorcio son posibles causas del problema.
Al respecto de estas teorías, diré que he visto todo tipo de familias y de relaciones con los padres en mis cuatro años de terapia, al igual que he visto a gente enferma por muy distintos "motivos": adelgazar,estrés... Por lo que no creo que exista una fórmula o una respuesta sencilla a por qué algunos enfermamos y otros no (aunque el tiempo y la ciencia dirán)

Pero sobre todo, creo que lo peor de la culpa es que no nos deja avanzar. Nos tiene rebuscando en nuestro pasado, en cada instante, cuando lo que deberíamos es luchar con todas nuestras fuerzas. Entonces, en el momento que dejamos de buscar culpables, nos centramos en lo que realmente está sucediendo.

Y sinceramente, no sé quién o qué "tuvo la culpa" de que me sucediera esto, pero no me importa. Porque lo importante no es por qué me sucedió a mí o si es justo o no, eso ya no puedo cambiarlo. Lo importante es lo que voy a hacer con esto.
Y esa respuesta sí que es fácil: seguir adelante.

domingo, 20 de marzo de 2011

Cosas que me dejé en el camino

"Se tiende a pensar que esto sólo te afecta a tí y más concretamente a una parte de tu vida.  Nunca llegarías a imaginarte cuantas cosas te dejaste olvidadas o descuidaste, sólo cuando en un momento del viaje, te das media vuelta y por fín las ves."
 
Mis padres decidieron apuntarme a ballet con la esperanza de que eso me ayudara a corregir mis problemas de piernas cuando era muy pequeña. Ahí comienza esta historia que hoy quiero compartir con vosotros y que trata acerca de esas cosas que en el transcurso de tu vida parece que vas olvidando.

Al principio no se me daba muy bien, porque como ya he explicado antes siempre me he considerado una persona torpe. algo que con el tiempo se convirtió en uno de mis mayores complejos. 
Pero todavía estaba muy lejos de todo ese caos, y lo cierto es que con mis tres añitos, adoraba mis clases a pesar de todo. Y entonces, sucedió algo bonito.
Empecé a esforzarme y mejorar y a convertirlo en una pasión. Nunca fui increíblemente buena, pero lo cierto es que estoy segura de que disfrutaba mucho más que algunas de mis compañeras, que sólo se preocupaban por la técnica. Y realmente mejoré, ya que me "ascendieron" de estar en la última fila de la función a estar casi siempre en la primera (todo un honor en ballet)
Pero, no sé en que momento, la cosa empezó a cambiar, yo cambié.
Dejé de sentir la música y comencé a preocuparme por otras cosas. Me comparaba con mis compañeras, necesitaba ser mejor pero siempre había alguien por delante. Recuerdo que odiaba a una chica que tenía un montón de técnica, la envidiaba terriblemente. Y además estaba convencida de que ella me despreciaba, me hacía de menos. Empezó a darme pereza, a costarme ir a clase. Y cuando iba era tal el sentimiento de culpa y de inferioridad porque las otras lo hacían mejor que no disfrutaba.
A los 11, no me dejaron bailar en la función, porque había faltado tanto que no me la sabía como el resto. Esta fue la gota que colmó el vaso y decidí dejar de bailar. Durante mucho tiempo aún sentía el rencor hacia mis compañeras, seguía enfadada porque ellas me habían rechazado.

Sólo tiempo después fui capaz de darme cuenta de lo que había pasado realmente. Mi nueva "forma de ser" perfeccionista e insegura me había arrebatado mi pasión, mis ganas de bailar. Había contaminado mi sentimiento de superación convirtiéndolo en algo enfermizo, y ya no me dejaba escuchar la música, sólo la voz en mi cabeza que me decía que lo estaba haciendo mal. Es gracioso, porque recientemente me encontré con aquella chica que me despreciaba y no se parecía en nada a como yo la recordaba, de hecho, hasta se alegró de verme.
Lo que sucedía es que me había dejado la parte importante por el camino: disfrutar.

Hace dos semanas, volví a bailar. Sentía que necesitaba reconciliarme con esa parte de mí que fue tan importante años atrás. Así que me enfundé en mi maillot y me puse manos a la obra. Estaba algo asustada, porque el recuerdo que tenía era de toda esa exigencia y malestar de la última época, no sabía si esto podría desatar mi perfeccionismo otra vez, me daba miedo volver a pasarlo mal.
Por el contrario, me reecontré con esa pasión que tenía de pequeña. Con la disciplina y la exigencia, pero no como algo malo, si no algo que me impulsa a seguir mejorando.
Supongo que es fácil en esta sociedad en la que tendemos a ver las cosas por separado, pensar que mi problema sólo me afectaba a mi relación conmigo misma, pero lo cierto es que llega a lugares de tu vida que nunca habrías imaginado. Y no sólo te afecta a tí, también a tu entorno.
Te hace perderte cosas al estar demasiado ocupado autoobservándote, incluso a veces perder a seres queridos.
Y en casos como el ballet, recuperar aquello que te dejaste olvidado es sencillo, pero en otras ocasiones, las habrás perdido para siempre, y es algo con lo que tendrás que vivir y perdonarte por ello.

Me gustaría terminar con una reflexión de mi carrera: Dicen que la autoestima está compuesta por etiquetas que te pones a tí mismo, y ahora estoy segura de que "Bailarina" es una de esas etiquetas.
Y me encanta.

viernes, 11 de marzo de 2011

Mi cisne negro

Llevo un par de semanas, desde que me quedé impresionada en el cine con esta película, que vengo pensando en escribir una entrada sobre ella, sobre ese cisne negro, ese otro yo con el que lucha Nina.
 Supongo que, aunque no a lo mejor tan claramente, todos luchamos contra esa parte de nosotros que puede ser malvada, que nos pone la zancadilla, que se ríe de nuestras desgracias. Y de un modo u otro, en algún momento, esa otra parte nos enseña su cara.

Durante un tiempo, al igual que Nina, también tuve la sensación de que dentro de mí habitaban dos personalidades completamente distintas: 
Por un lado estaba yo, una niña asustada del mundo y de los demás y que se sentía torpe, frágil...La que creía que nadie la querría y que de hecho, no era digna de ello.
Y por otro lado estaba a la que en un principio era la personalidad fuerte, la que me daba fuerzas, pero despues se convirtió en otra cosa. Se convirtió en alguien oscuro y cruel, que se alimentaba de mi dolor, y que llenaba mi cabeza con palabras horribles acerca de mí. Era casi una torturadora, haciendome creer que me merecía todo aquello, que yo misma me lo había buscado y que nunca podría salir de ahí. Era impulsiva, y cruel también con los demás y tremendamente autoexigente, nunca era suficiente, nunca estaba bien lo que hacía. Se convirtió en mi enfermedad.

Pasé mucho tiempo con esta idea en mi cabeza, aún cuando ya estaba en tratamiento, seguía disociando entre mi enfermedad y yo. De esta forma, la enfermedad era la culpable. Ella me había seducido con pedacitos de calma y sus promesas de hacerme fuerte. Y yo sólo la había seguido. Era ella la que me hacía daño, el enemigo era alguien externo a mí.
Pero en el fondo, siempre supe que esta visión era un engaño para protegerme. Porque era mucho más fácil ponerlo en algo externo a mí, entonces yo no habría cometido errores, yo no sería la mala, yo sólo sería la victima de un ser malvado. Ya no me sentiría culpable por todo el daño que había causado a mi alrededor ni a mí misma.
Era mucho más duro enfrentar la realidad, que era yo la que me decía todas esas cosas horribles, que era yo la que me devolvía una cruel mirada desde el espejo del baño. Que fui yo quien hizo daño en muchas ocasiones a mis padres, a mis amigos... A gente que sólo quería ayudarme. Y saber que esa persona cruel y torturadora vivía dentro de mi cabeza, y que aunque esté dominada, no es algo que se pueda expulsar como una posesión demoníaca. 
Nunca la había contado esto con tanta sinceridad a nadie, supongo que porque esa parte y esos recuerdos aún me estremecen. Pero también creo que todos tenemos una parte saboteadora y que luchamos contra ella día a día, tal vez no de un modo tan directo y consciente como yo. Y eso no nos hace malas personas ni monstruos, nos hace humanos. 
Y tampoco debe hacernos sentir culpables, porque lo importante no es cual sea nuestra naturaleza, si no lo que le permitimos que haga con nosotros, si dejamos que tome el control. Ya sé en lo que me puedo convertir,  pero ahora soy mucho más fuerte, ya no necesito ocultarme más, y sé que aunque fuera yo la que hiciera todas esas cosas y a veces me sienta culpable por las consecuencias que han causado, también me ha enseñado mucho conocer a mi cisne negro, y aprender a convivir con ella.